martes, 26 de julio de 2011

Gestualidad y mente sandovalescas

José Blanco
(artículo recomendado)

Fuera de un marco de actuación en el que los actores representan personajes, en la vida cotidiana la gestualidad es un lenguaje de las emociones que comúnmente no sabe mentir. Casi siempre hay sincronía entre el discurso de nuestros interlocutores y los gestos que producen los más de 43 músculos que tenemos en la cara. En cada movimiento participan dos o más músculos faciales y estudiosos de estos asuntos han identificado más de 3 mil combinaciones que representan algo así como el catálogo completo de las emociones que se expresan con la cara y que ha sido digitalizado y ha servido para estudiar las expresiones faciales en enfermedades como la esquizofrenia o los padecimientos respiratorios, o se han utilizado para cosas triviales, como los realizados por los estudios Pixar y DreamWorks para hacer Toy Story y Shrek.
Las manos son increíbles instrumentos del lenguaje gestual; en realidad decenas o centenas de movimientos del cuerpo son lenguaje verdadero; más aún hay especialistas en lenguaje corporal como los mimos y genios de este lenguaje como Marcel Marceau.
La gestualidad humana se ha sistematizado con muy variados resultados exitosos; ha sido un trabajo que ha buscado un marco científico, pero eso que llamamos la sabiduría popular –el producto acumulado de la observación que practican la gran mayoría de las personas–, lo resume en la expresión la cara es el espejo del alma o el reflejo del alma.
Respecto de esta temática La Jornada publicó el viernes y sábado pasados dos fotografías magistrales de Sandoval, el energúmeno de Guadalajara. La primera, de Notimex, que ilustra la nota informativa sobre la bajuna petición sandovalesca al imperio para que frenara a AMLO en 2006, muestra una faz sumamente expresiva: en plena coherencia con su discurso irritado, y con su alto bonete cardenalicio bien plantado, vemos un rostro agudamente congestionado, el ceño duramente fruncido, y esa su bocaza, tan característica, con los labios crispados y lanzados hacia delante al modo de los chimpancés cuando están asustados y furiosos. Desesperación, rabia e impotencia se lee en ese desagradable gesto de Sandoval que parece reventarle el hígado: la maldita izquierda puede avanzar o avanza hasta en México. Por eso invoca el favor del gorila que gobernaba entonces el imperio (Bush).
La segunda fotografía, de Francisco Olvera, también es formidable; en ésta Sandoval no trae el gorrillo de la primera, pero a una cara similar agrega un gesto de furioso exorcismo con ambos miembros superiores, echando hacia delante brazos y dedos semitiesos, el brazo derecho más adelante que el izquierdo. Revela lo mismo: desesperación, furia e impotencia; como si quisiera con toda la fuerza de sus retorcidos sentimientos, que fuera quemada viva toda la runfla que pulula por el país, demandando ya la despenalización del aborto, ya el matrimonio entre humanos del mismo sexo, ya la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres, y otras monstruosidades análogas.
Sandoval es un miembro especialmente visible de la élite que domina este país; por supuesto no quiere ni el más mínimo cambio en el satu quo, que no sea jalar más para su santo y ganar más privilegios. Por ejemplo: ¿quién puede en este país, como Sandoval, decirle al desgobernador, en este caso de Jalisco, que va a asistir a revisar su dentadura, razón por la cual, para proteger su seguridad, se cierran entre seis y ocho manzanas en torno al consultorio que le presta esa atención? El gobernador de un estado laico, por supuesto, no haría tamaña barbaridad. Pero Sandoval está al servicio del statu quo, como lo está el desgobernador González Máquez, y los jodidos les importan un cacahuate, como prácticamente a toda la élite, compuesta de muchísimos políticos y unas cuantas decenas de millonarios. Uno de los muchos privilegios de la élite es contar con numerosos valedores (valedor, de acuerdo con la Real Academia Española: persona que emplea su influencia o poder para ayudar a otra) . En México, es preciso agregar que con harta frecuencia ese poder e influencia se ejercen violando la ley, como en el caso de Sandoval y otros prelados.
La Iglesia católica como la iglesia de los pobres es una farsa del tamaño del país. Cardenales, obispos y curas de acá y de acullá, viven como reyes moros, y no tienen el interés de que las cosas avancen hacia una modernidad más civilizada y democrática. Son los amos en una sociedad subdesarrollada, falta de escolaridad y de bienestar y así quieren los sandovales que las cosas continúen.
E pur si muove. Con gran lentitud, ciertamente, pero los espacios de opinión, de expresiones colectivas, de avances en la legislación en algunos estados del país, de penetración en México de las disposiciones de los tratados internacionales, cobrarán más fuerza conforme la sociedad mexicana gane en escolaridad de nivel superior, y todo ello, con el tiempo, irá mermando la nefasta influencia de los sandovales. No hay más que asomarse a Europa y mirar cómo las ovejas que pastorean esos personajes del medievo que son los curas, son cada vez menos, y menos aún los que ahí quieren volverse pastores-curas.
Por su atraso educativo, América Latina es un reservorio de ovejas y de potenciales pastores, pero no será eterno.
Sin remedio todo avance civilizatorio implica la gangrena de un pedacito más de la República de los prelados. ¡Lástima, Margarito!

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