lunes, 25 de julio de 2011

Sobre el éxodo en el sexenio 2006-2012

Jane de la Selva
2011-07-25


El éxodo de las familias mexicanas fuera de su entorno de origen ha sido un fenómeno que ha marcado el sexenio espurio de Calderón.
Legalmente sólo se exilan al extranjero una minoría, los económicamente fuertes, quienes establecen su rutina en un país sin sobresaltos, ante la imposibilidad de vivir en el suyo sin ser blanco de ataque, literalmente.
Pero los más numerosos sin faz, son aquellos que estando en México no encuentran opción para sostener la existencia, incluidos los ciudadanos de otros países, quienes se internan ilegalmente hacia el norte arriesgándose los más incautos, a entregar sus destinos a la inesperada frialdad asesina de los coyotes traficantes de ilusiones fallidas. Modalidad criminal que también se estrenó en este sexenio.
Así mismo, se  han visto las clases trabajadoras más conservadoras forzadas a movilizarse fuera de sus Estados, a abandonar sus pequeños negocios paralizados por la guerra, por el control de las plazas por grupos delictivos que han aterrorizado y orillado a los pobladores a abandonar el sitio donde nacieron y se desarrollaba su vida, en busca de la perdida paz y del trabajo.   
Esta separación de la amada tierra, del lugar de origen, es un hecho traumático que, no obstante, detona la fortaleza interna ante la adversidad y templa el carácter. Así se le notaba a Deyanira, muy distinta a las mujeres de aquí. Donde aún no han probado la dureza del encierro para no correr la misma suerte que los varios muertitos hallados a diario tirados  al paso de los valientes.
Llegó al pueblo una familia más pues, huyendo de Michoacán, ahora la de Deyanira. Venían desde Santa Ana. De muy cerca de otros pueblos martirizados de alrededor de Apatzingán, como Buenavista o Pinzándaro. El padre,  dueño de una tortillería, donde a fuerza de la costumbre no se vivía insatisfecho, a pesar de las interminables madrugadas de la labor familiar colectiva.
“Todos nuestros lugares eran muy tranquilos, no sabemos qué pasó”, expresó la joven con gesto triste de añoranza, de haber extraviado un valor preciado.
“Ya no se podía salir ni a la plaza, ni a pasear. El miedo es el que ha ganado, el que obliga a huir y busca a dónde llegar. A lo mejor no será para siempre, pero se tiene uno que hacer a la idea de que sí será, para poder salir adelante, si no, no puede uno con ese pesar a cuestas. Yo creo que los de fuera no saben la verdad de lo que pasa por allá. El pleito es entre la Familia y Los Caballeros Templarios. Agarraron al “Chango” de la Familia, pero pues esa va a seguir. Los que comenzaron la matazón son los otros. Quién sabe si los Z cambiaron de nombre y ahora son esos; nada se sabe bien a bien pues. La cosa es que se ha puesto muy mal. No se puede confiar en nadie. A mi tío Efraín y a su esposa los balearon cuando iban para Zamora, nomás ella sobrevivió. Ahorita se andan acomodando, porque allí está la caravana de militares bien sembrados que cayeron por un lado y otro de los caminos montando sus retenes. Dicen que los soldados se venden menos que los policías que están más maleados. Esperamos que un día vuelva a ser el mismo Estado tranquilo y bonito de hace cinco años cuando no había ni delincuencia. Porque lo bonito ahí está, pero manchado de sangre, de temor y de sufrimiento, porque pues seguimos teniéndonos que salir y cayendo los difuntos y no se ve para cuando. Pareciera la traen contra Michoacán”. 
La guerra del sexenio fallido 2006-2012. 

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