jueves, 6 de septiembre de 2012

Carta abierta a Andrés Manuel López Obrador


J. Ignacio Mancilla
“Seis años han pasado desde que Felipe Calderón tomó posesión, seis años de mentiras y promesas falsas, de simulación, corrupción, complicidad y de un Estado de Excepción que nos han impuesto. Seis años en los que año con año hemos visto a un presidente cobarde hablando de valentía mientras nosotros, la sociedad ponemos los muertos, los desplazados, los secuestrados, los vejados por las autoridades”.


Contrainforme de #YoSoy132


Me dirijo a usted con mucho dolor, enojo y frustración por el nuevo atraco legal que nos quieren imponer, otra vez, los supuestos representantes de las Instituciones electorales y judiciales.


De manera cínica, en su sentido más moderno (Peter Sloterdijk), estos personajes leguleyos, como bien los ha nombrado usted, no han hecho otra cosa que torcer perversamente la ley a favor de los poderes fácticos, demostrando con ello el gran miedo a la democracia de dichos poderes y sus palafreneros legales.

En este sentido, no cabe duda que uno de los cambios estructurales más importantes del mundo contemporáneo tiene que ver con el miedo a la democracia en tanto éste ya no se da solamente en los regímenes totalitarios o con los viejos y nuevos dictadores sino, también y sobre todo en los propios sistemas democráticos y en sus actuales y falaces representantes.

Creo que esto es lo que se ha puesto en primera instancia sobre todo después del 11 de septiembre de 2001, con posterioridad al derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York; aunque, sinceramente, en sentido estricto este temor a la democracia misma viene desde tiempo atrás: exactamente desde la imposición de la ideología económica neoliberal que postuló como su dogma principal la autorregulación de la cuestión social por el mercado. Cosa en la que se ha fracasado hoy rotundamente. Usted no se ha cansado de señalarlo.

Como es de todas y todos sabido, en México acabamos de vivir un proceso electoral plagado de irregularidades e ilegalidades tan descaradas que, lamentablemente, los únicos que se negaron a verlas son precisamente los que representan las propias instituciones que se supone asumen la democracia como su máximo valor. Son ellos los que por miedo a la democracia la han puesto en entredicho, violando de ese modo la propia legalidad democrática y nuestra Carta Magna.

Desconocer a las instituciones no nos convierte en transgresores de la ley, pues los que han torcido la ley en beneficio de los poderes fácticos y en perjuicio de todas y todos los mexicanos son justamente sus representantes.

De este modo siniestro y ominoso se ha consumado una vez más un despojo electoral propiciado por las propias instituciones que se regodean con el discurso de la democracia.

Con su aval a la elección fraudulenta de Enrique Peña Nieto, primero por las autoridades del Instituto Federal Electoral (IFE), encabezadas por Leonardo Valdés Zurita, después por los ministros del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), cuyo presidente, Alejandro Luna Ramos, no ha hecho otra cosa que violar la Constitución echando abajo la legalidad y la legitimidad, los dos pilares fundamentales de la democracia moderna.

Así, por quinta ocasión en la historia del México contemporáneo: 1929, contra José Vasconcelos; 1940, contra Juan Andreu Almazán; 1952, contra Miguel Henríquez Guzmán; 1988, contra Cuauhtémoc Cárdenas; 2006, contra Andrés Manuel López Obrador, es decir contra usted y en el 2012 de nuevo contra usted, las autoridades electorales y judiciales han convalidado el fraude electoral y nos han confiscado, ilegal e ilegítimamente, nuestro derecho al voto, al sufragio efectivo, como sostuvo Madero.

Todo en favor del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y también del Partido Acción Nacional (PAN), el gran traidor de la democracia –quienes han conformado la siniestra mancuerna del PRIAN, como muy bien los bautizó Luis Sánchez Aguilar–, todo en perjuicio de usted, pero sobre en perjuicio de los votantes y de todo México.

Ellos, los poderes fácticos y sus leguleyos servidores, pretenden con este acto ilegal enterrar la democracia y que ésta descanse en paz; pero mientras en México y en el mundo haya gente como usted la democracia no será solamente una palabra vana, sino un espíritu vivo de lucha por la justicia, la igualdad, la libertad y la paz.

Con el acto ilegal e ilegítimo perpetrado por los propios representantes de la ley, lo que se quiere instaurar es la posibilidad de que la democracia sea un producto más del mercado que se ofrecería al mejor postor de manera llana y cínica.

Y para resolver todo lo relativo a la cada vez más compleja cuestión social, estaría la ideología de la seguridad que en realidad lo único que causado es miedo, terror y casi 100 mil muertos en una guerra incivil (Ilán Semo) disfrazada de guerra contra el narcotráfico (en México), para así reducirnos a votantes impotentes.

Esta es, finalmente, la verdadera ruta de nuestro México y del mundo contemporáneo: la ruta del miedo a la democracia.

De este modo, todos los crímenes antes atribuibles a los dictadores y a los sistemas totalitarios hoy se cometen en nombre de la democracia y de la legalidad, aunque lo que impera es, lo sabemos desde Giorgio Agamben, el Estado de Excepción; es decir, la conculcación de la ley por aquellos cuyo trabajo debería ser resguardarla y que para eso les pagan y muy bien.

Por último, me gustaría decirle que espero con mucha ansiedad que llegue el próximo domingo, en particular espero su discurso en el que, estoy seguro, propondrá la ruta a seguir en lo que respecta a la desobediencia civil, pues cuando las autoridades tuercen la ley a favor de los poderes fácticos, desobedecer dicha ley no nos convierte en transgresores sino, más bien, en sus defensores.

Me despido de usted no sin antes reiterarle mi pleno apoyo en estas horas difíciles. Un cordial saludo de:

J. Ignacio Mancilla

PD. Yo fui un colaborador suyo, y lo digo con mucho orgullo, en el gobierno del Distrito Federal, al lado de la entrañable y ya desaparecida Carlota Botey y Estapé.

Republica Amorosa


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