lunes, 8 de abril de 2013

La muerte de Neruda: un enigma que se acerca a la luz

imagen tomada de La Jornada en Linea


La Jornada en linea

Sus restos fueron exhumados hoy para comprobar si fue asesinado por agentes de la dictadura.
Yasna Mussa
Publicado: 07/04/2013 16:55
México, DF. Hace casi 40 años el poeta chileno y premio Nobel de Literatura murió en una clínica de su país 12 días después del golpe de Estado. Aunque la causa de muerte oficial fue un cáncer a la próstata, este lunes fueron exhumados sus restos para comprobar si fue asesinado por agentes de la dictadura.
Pablo Neruda terminó de escribir su autobiografía pocos días antes de su muerte.
Como adelantándose a un viaje irreversible, aprovechó de plasmar toda su historia, sus impresiones, su visión política y social, usando a la literatura como un arma indestructible contra el olvido y contra el nuevo gobierno militar que se instalaba en La Moneda. Una dictadura que recién comenzaba y que, tal vez lejos de las sospechas de Neruda, se quedaría en el país por más de 17 años.

“Mi pueblo ha sido el más traicionado de este tiempo. De los desiertos del salitre, de las minas submarinas del carbón, de las alturas terribles donde yace el cobre y lo extraen con trabajos inhumanos las manos de mi pueblo, surgió un movimiento liberador de magnitud grandiosa. Ese movimiento llevó a la presidencia de Chile a un hombre llamado Salvador Allende para que realizara reformas y medidas de justicia inaplazables, para que rescatara nuestras riquezas nacionales de las garras extranjeras”. Así definió Neruda a ese período vivido en medio del fulgor general que significó la Unidad Popular que encabezó por tres años el ex presidente Allende.
Instalado en su casa de Isla Negra recibió con espanto la noticia del golpe de Estado.
Enfermo, con un cáncer a la próstata diagnosticado un par de años atrás, continuó las páginas de sus memorias en Confieso que he vivido repasando esos últimos meses de democracia: “Aquí, en Chile, se estaba construyendo, entre inmensas dificultades, una sociedad verdaderamente justa, elevada sobre la base de nuestra soberanía, de nuestro orgullo nacional, del heroísmo de los mejores habitantes de Chile. De nuestro lado, del lado de la revolución chilena, estaban la constitución y la ley, la democracia y la esperanza. Del otro lado no faltaba nada. Tenían arlequines y polichinelas, payasos a granel, terroristas de pistola y cadena, monjes falsos y militares degradados. Unos y otros daban vueltas en el carrusel del despacho”.
¿Pudo imaginar Pablo Neruda que esos “payasos a granel”, como él los llamaba, estaban, quizás, planificando en ese mismo momento su asesinato? ¿Habrá presentido que esas últimas líneas pondrían punto final a su obra y a su respiro?
Casi 40 años después su cuerpo abandonará su sepulcro al lado del mar, al ser exhumado y trasladado hasta Santiago de Chile con el objetivo de comprobar la teoría de asesinato.
Son los mismos 40 años que Manuel Araya, su chófer y asistente, lleva esperando a que se investiguen las causas reales que provocaron la muerte del premio Nobel de Literatura en 1971. Araya asegura que Neruda se encontraba estable y lúcido, con un cáncer controlado, y que fue una inyección en su vientre lo que aceleró y provocó el deceso. Nadie creyó en él. Por años buscó que al menos una persona escuchara su testimonio y se abriera una investigación.

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