jueves, 22 de julio de 2010

Fuenteovejuna en Los Pinos y el SME


Jairo Calixto Albarrán


Lo más extraño fue no ver ni un alma en El Ángel de la Independencia defeño celebrando el hermoso gol con el que la selección femenil de futbol empataba al equipo de Nigeria, para obtener así su pase a la siguiente ronda del Mundial de Alemania.

Bueno, ni siquiera estaban las autoridades calderónicas, que suelen estar siempre en los grandes eventos deportivos, como dictan los cánones de lo que se conoce como oportunismo electoral. Claro, supuse, estarían tan preocupados por la salud del ingeniero Cayetano Cabrera, trabajador del SME en huelga de hambre gravosa y terrible, del que secretarios y subsecretarios en Gobernación y la Secretaría del Trabajo hablan como si fuera su brother, su compadre, y con el que solían echarse unos tragos en las cantinas antes de que el electricista decidiera entregarse a la lucha en cuerpo y alma.

Sobre todo en cuerpo, que es lo que se juega en este momento, mientras el gobierno calderónico, los líderes del sindicato, derechos humanos y rémoras adyacentes juegan al ajedrez político, a ver quién afloja primero.

Calderón, por supuesto, no está dispuesto a aceptar las exigencias sindicales no sólo por el desmadre burocrático que eso representaría, sino por temor a que se le repliquen los huelguistas hasta en los cárteles de la droga. Y el SME, amachinado como es, con Esparza y Amezcua dispuestos a sacrificar al peón por la causa, se resguardan tras los huelguistas de hambre —un acto que no quisieron emularon supuestamente porque así se los pidieron las fuerzas vivas—, aferrados a su enroque resentido y revanchista de tenebras.

El Estado y el SME ya intercambiaron curas en salud; ya anunciaron que en caso de fallecimiento, el culpable es el otro. Que ambos se lavan las manos con agüita y con jabón.

Y mientras tanto, el espectáculo de una muerte que se anuncia con consignas y el puño levantado, con la clase política impertérrita, agüevonada, incapacitada emocional y moralmente para impedir que eso suceda. Y al final, si sucede, le echarán la culpa a Fuenteovejuna, señor.

Será el sereno, pero para Jelipillo, autodenominado defensor de las causas de la democracia, será un poco bochornoso, por decir lo menos, que al final del día los hermanos Castro en Cuba hayan sido capaces de impedir la muerte del activista Guillermo Fariñas, y que por abulia, arrogancia y valemadrismo (lo mismo que hemos visto en casos como el de la guardería ABC, los daños colaterales y el narcoterrorismo blindado a fuerza de eufemismos) se le muera Cayetano Cabrera para acabar de incendiar la patria.

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