lunes, 11 de octubre de 2010

Daños colaterales


Irene Selser
Vargas Llosa y la postura final de otra niña mala

11 octubre 2010
irene.selser@milenio.com

Habiéndome referido la semana pasada en dos ocasiones al gran narrador que es Mario Vargas Llosa en vísperas del anuncio del Nobel de Literatura , hallé en la revista electrónica bimestral Carátula (www.caratula.net), que dirige Sergio Ramírez, la postura con la cual me identifico plenamente. La comparto para zanjar un debate que es público pero también interior, no exento del mismo apasionamiento que reivindica para sí en materia política el flamante Nobel.

En entrevista con el diario El Peruano, Ramírez calificó de “muy justo” el galardón. “La Academia ha premiado a un gran escritor de nuestra lengua y sólo espero que no tarde otros 20 años en otorgarlo a un latinoamericano. Todavía queda en deuda con Carlos Fuentes, que lo merece igualmente”.

Para Sergio Ramírez el hecho de que se le haya otorgado el Nobel a MVLL por “su cartografía de las estructuras del poder”, no supone ir más allá del valor narrativo de su obra “sino que se refiere precisamente a su valor literario. El poder es uno de los asuntos fundamentales de la literatura latinoamericana, desde luego que se trata de un poder colmado de anormalidades, o anormal en sí mismo, y por tanto novelable por su singularidad”.

Sobre Vargas Llosa como intelectual que opina sobre la coyuntura y los problemas del mundo, Sergio Ramírez, quien alternó la escritura con un papel de liderazgo antes y durante la revolución sandinista de 1979-1980 siendo vicepresidente de Nicaragua, dice: “Mario está etiquetado como pensador de derechas, y pertenece a una especie de internacional de derechas, aunque él sostiene que hoy no existen ni derechas ni izquierdas, sino democracia contra autoritarismo. Yo sí creo que la derecha retrógrada de [José María] Aznar sigue existiendo, así como existe la falsa izquierda que ya no tiene nada de redentora, como la de [Daniel] Ortega. Pero cuando Mario adversa a las dictaduras populistas latinoamericanas, la política de Israel contra los palestinos, el fanatismo religioso, cuando asume la defensa de la libertad individual, de las opciones sexuales, cuando exige la democracia como norma de convivencia, no veo cómo pueda yo estar en contra suya, siendo de izquierda”.

Y sobre el Mario narrador afirma: “Uno puede medir a un escritor primero que nada por lo que aprende de él. En mi adolescencia, mi lectura de La ciudad y los perros me abrió las puertas del conocimiento narrativo (...). Cada novela suya, por tanto, viene a ser una lección del arte de narrar, y uno no puede dejar de leerlas sin buscar cómo voltear la tela para encontrar las costuras y ver la calidad de las puntadas. Es un clásico ahora, y lo era ya sin premio Nobel, y siempre me acuerdo de lo que dice Ítalo Calvino: que un clásico es aquel del que hay siempre algo nuevo que aprender”.

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