lunes, 11 de octubre de 2010


Jairo Calixto Albarrán

11 octubre 2010
jairo.calixto@milenio.com

Es fácil criticar, señalar, mofarse con insidia, lascivia y saliva del góber piadoso y llamarlo Etilio González Márquez nomás porque, a decir de granujas y malandrines, le encanta pegarle al vidrio, tropezarse con cáscaras de Bacardí y ser el payasito de la fiesta. Qué sencillo resulta para los descreídos, los agoreros del desastre, los profesionales del sospechosismo y los pobres de corazón pitorrearse de este prohombre de Jalisco, afamado por entrón, aunque sea un poco baquetón, sin saber que sois la ocasión de lo mismo que culpáis. Sus tristes exégetas enchidos de rencor no reparan en que ese hombre que no debería tocarse, es un portentoso atlante que solito defiende a la patria de pécoras, disidentes y malandros amigos de la perversión y la herejía empeñados en subvertir las buenas costumbres, la decencia y las milenarias disposiciones de lógicas tan supremas como las de ese héroe de la premodernidad que es el cardenal Juan Sandoval Íñiguez.

Por eso, cuando don Emilio explica ceremonioso que en materia de relaciones humanas es “a la antigüita” no es para que se burlen los canallas, sino para que sepan que los decimonónicos no son una ridícula minoría. Y cuando tan ilustre hijo del Medioevo explica sin ironía que “a lo otro” todavía no le pierde el asquito, se refiere con justicia a esas tristes manifestaciones de la decadencia que se rebelan contra las instituciones de la familia tradicional, yendo contra natura depravada.


Experimentar asquito es un derecho inalienable para todos aquellos formidables titanes como González Márquez que están equipados con un fino detector de pecados y blasfemias.


Por eso se entiende que el terror de las comisiones de derechos humanos sienta espasmos estomacales no sólo cuando le hablan de matrimonios entre parejas del mismo sexo, sino cuando alguien insensato le plantea la enojosa posibilidad de invertir en educación, en fortalecer a la Universidad de Guadalajara y no pensar en socavar la Feria Internacional del Libro. Sobre todo cuando todos esos recursos se pueden entregar a negocios mucho más sustanciosos como los de la fe religiosa.


¿Quién necesita escuelas cuando se tiene el Omnilife y se pueden financiar santuarios?


Don Etilio, quien nunca está sobrio ni borracho, sino todo lo contrario, no sale de pronto a la palestra nomás para contagiarnos sus asquitos. Seguramente no resistió la tentación de superar a Calderón y su clásico redivivo “AMLO es un peligro para México” (que hasta a los priistas —alérgicos a las alianzas— ha ofendido) y de paso restarle presión.


Es muy simplista gritar que los asquitos del gran Etilio nos dan asquito... y sin vomitar.

jairo.calixto@milenio.com

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