miércoles, 22 de junio de 2011

Despen-¡zaz!

Eric Fernández
@fdezeric
2011-06-22
¡¡¡Siguiente!!!...

--¡Señora, le hablan pásele!-- una mujer apuraba a otra para acelerar el avance de una larga fila, en un módulo de una tienda de autoservicio del Estado de México.

--¡Ah!, ¿ya me toca?... gracias-- respondía la otra mujer con algo de desgano luego de tanto esperar, arrastrando una maltrecha cajita hasta la barra de servicio.

--Dígame, ¿en qué le podemos servir?-- preguntó el empleado de la tienda, mientras se colocaba una pluma de plástico en la oreja.

La Señora de la cajita comenzó a subir con dificultad su carga al módulo, cuando de pronto ¡zaz! se desfondó la caja... rodando latas, frascos, tubos de galletas, dos botellas de aceite y demás bolsitas de una surtida despensa que a una altura de más de un metro encontraba el suelo, estropeándose así muchos de los productos.

Desde la recepción del autoservicio, uno de los Gerentes de la tienda apreciando lo sucedido se encaminó hasta el lugar; un gafete dorado asomaba su nombre: Enrique Piña N., se trataba de un tipo no muy alto, medio robusto con una extraña calvicie que sólo le respetaba un notable copete al frente, su rostro era el de alguien a quien no le gusta que le pidan dinero; se fue acercando al módulo donde varios empleados se acomedían a levantar lo poco que se había salvado luego de la caída. Al llegar ahí, preguntó con voz militar a la Señora de la desfondada cajilla:

--¿Es de usted esta despensa?, ¿es de usted verdad?-- insistió.

La Señora se levantó y tomando aire hasta llenar sus pulmones le respondió:

--¿La despensaaa?, dirá usted ¡la basura!-- contestó con cierto sarcasmo levantándose unos gruesos anteojos angulados como para "contemplar mejor" el tiradero de abarrotes, respondió así al copetudo Gerente un poco desesperada al ver que se habían arruinado la gran mayoría de los víveres. El Gerente buscando ser amable le dijo que algunas cosas todavía servían.

--¿Algunaaas?-- preguntó nuevamente la dama levantando ahora ambas cejas por encima de sus lentecillos.

--Bueno Señora, más bien, yo veo que son muchas cosas las que están buenas todavía-- insistió el Gerente.

--Pues si de verdad estuvieran buenas no estaríamos aquí formadas ¿no cree usted?-- contestó la Señora, ahora colgándose los lentes en una especie de cadenilla que le rodeaba el cuello. Y continuó:

--Además ya estamos hartos de tantas pinches filas caray; primero para darnos las mentadas despensas y ya que nos tocó algo, porque ha de saber que a mi comadre de Toluca no le tocó naaadaaa, ¡no Señor! y eso que asistió a 3 mitines del candidato, pero eso sí, bien que le quitaron su credencial y la de su hija, yo por eso decía que mejor nos dieran el dinero, nos prometieron 500 pesos y al final nos dan esta pinche caja llena de cosas rancias, ya ni joden la verdad--

--¡¡¡Encargado de abarrotes, encargado de abarrotes, favor de presentarse en recepción, encargado de abarrotes, es importante que se presente en recepción!!!-- interrumpió una voz en off típica de súpermercado.

No pasaron ni dos minutos cuando entre la gente se apareció el "Encargado de Abarrotes", un joven sin chiste, con una sonrisita fingida y las mejillas encendidas por llegar corriendo desde donde se encontraba hasta el módulo en cuestión. El Gerente de inmediato lo abordó dándole instrucciones:

--Mire Eruviel, tome nota de los productos que venían en la despensa de la Señora y cámbieselos por favor, ya verifiqué y esta caja es del lote de las despensas que nos compró el PRI-- le indicó un apresurado Gerente buscando acabar con el pequeño escándalo de la anteojuda Señora.

--¿Cómo dijo que se llama este joven?-- interrumpió la Señora abriendo notablemente los ojos frente al recién llegado muchacho.

--Eruviel... Eruviel Dávila, para servirle Señora-- contestó el joven, al tiempo que extendió su mano como señal de saludo luego de su presentación.

--¿Y qué es usted aquí, o qué?-- le cuestionó la Señora.

--Soy el Encargado de Abarrotes-- respondió Eruviel.

--No cabe duda que cuando la trae uno chueca, la trae uno chueca... sabes qué mijito, déjalo así, es más, mira te dejo este rollo de papel para qué te limpies el sudor, mira nomás cómo vienes todo chapeado suda y suda-- exclamó de forma decepcionada la Señora de los anteojos.

--Señora, déjeme ayudarle, mire tiene usted MI COMPROMISO de que le voy a cambiar esa despensa-- insistió el joven.

--Mire jovencito esas despensas están desfondadas, rancias y de mala calidad como su nombre.  Así está bien, es más repartánsela entre tú y tu Jefe-- remató la Señora.

--Señora no hay necesidad de que se enoje, la estamos ayudando-- intervino el Gerente.

--Sabe que Señor ya me voy, mejor me hubiera quedado viendo mi novela, nomás vine a hacer corajes caray-- contestó la Señora emprendiendo su retiro de la tienda, moviendo su mano derecha de lado a lado en señal de rechazo, perdiéndose entre el pasillo de salida; mientras, ambos empleados, el Gerente y el Encargado de Abarrotes no alcanzaban todavía a comprender el desaire de la hasta hace apenas unos segundos, muy reclamona Señora.

--Ni hablar Eruviel, otra que se niega a que la ayudemos-- dijo resignado el Gerente.

--Ni modo don Enrique, se me hace que este nombre ayuda, ¿no lo cree?-- contestó el joven sin chiste, con una ligera sonrisita fingida y con las mejillas un poco rojas ahora por sumar otro nuevo desprecio en su haber.

Eric Fernández.
@fdezeric

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