jueves, 4 de agosto de 2011

La Jones, la Gordillo, Catalina Creel y las encuestas


Política cero 

Jairo Calixto Albarrán

Siempre he dudado de los encuestadores porque nunca he sido requerido para sus efectos profesionales. Claro, he conocido a quienes aseguran, hasta con cierto orgullo, haber sido encuestados, pero como nunca los tomé en serio a falta de un documento, sello, o diploma que lo constate conforme a derecho. Por eso siempre los he tomado a la manera de una leyenda urbana, como aquel afortunado que se ganó una de las Hummers de la maestra Gordillo. Todos hablan de él, pero nadie lo conoce.
Y ya que hablamos de doña Elba Esther, es de pésimo y artesano gusto que Lupita Jones aparezca, con su aplomo de madrastra dineyana de verdad, y quiera arrebatarle a la mayextra —al estilo gandalla con que le quitó a Cynthia de la Vega la corona de reina de belleza no por gorda sino por indisciplinada—su lugar como villana favorita de México. No se vale.
Y es que la Jones, en su papel de La Güera Rodríguez Alzheimer de los concursos de belleza, se presenta más severa, sádica y temible que Catalina Creel.
Pero lo que jamás se me hubiera ocurrido, además de que efectivamente existieran, es que los encuestólogos conformaran uno de los oficios más peligrosos de que se tenga memoria, además de jefe de policía o secretario de seguridad de alguna entidad del norte del país. Después del secuestro de grupos de encuestadores de Consulta Mitofsky y Parametría en Apatzingán, parece que es menos arriesgado ser michoacano en Kafkapulco, que levantar encuestas en Tierra Caliente.
Ya que lo piensas, salir a la calle e ir de casa en casa preguntando cosas no puede ser tan bueno para la salud. En una de esas tocas la puerta equivocada y resulta que se trata de una casa de seguridad de La Tuta, o interrumpes una reunión de Los Templarios o, ya en la peor de los casos, te puedes topar con el dipu Godoy planeando su regreso a San Lázaro en calidad de Niño Fidencio de la real politik naconal.
Afortunadamente aparecieron los encuestadores secuestrados en Apatizingán, sin mayor explicación que una falta de rigor informativo por parte de los plagiarios que, al verlos fuereños, decidieron confundirlos con sicarios de un cártel contrario. Es lo malo de no saber distinguir entre un encuestador y un matón.
¿Esta será la tónica rumbo al 2012?
Esto, sin duda, no inquieta a Jelipillo Calderón, quien sólo piensa positivamente y ve a México desde su mundo de caramelo. Como ya prometió que, en cuanto llegue la inversión extranjera que está tramitando un tal Godot, sólo hay que armarse de paciencia —y chalecos antibalas—, para pasar a dedicarnos a administrar la abundancia.

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