lunes, 22 de agosto de 2011

Terror en el nuevo Estadio Corona



Jairo Calixto Albarrán

Ya cuando ni el futbol puedes ver con más intranquilidad que las buenas ejecuciones de los equipos en la cancha, de los tristes o alegres resultados de tu equipo, es que de plano la cosa está del averno. O arreglan esto para que no sean obligatorios los chalecos antibalas en los estadios, o habría que incluir en el Progol el rubro de suspensión de partido por las vías de la balacera.
Como ustedes saben, yo soy un fiel seguidor de las reflexiones de Poiré que no Poirot, en el sentido de que todo esto de la hiperviolencia es cuestión de percepción, que hay países con peores problemas de matazones que el nuestro, que el melodrama criminal está focalizado —todo es bullying aunque se demuestre lo contrario— y que en cualquier momento todos los cárteles caerán bajo el peso terrible de García Luna Productions y el poder tremebundo de las estrategias de Jelipillo & friends.
Y no obstante mi fe en que los 50 mil muertos de la narcoguerra (con daños colaterales y narcofosas incluidos) son un pequeño sacrificio que Calderón cree que lo vale, todo a favor de un bien superior, la balacera ocurrida en el estadio del Santos Laguna me hace dudar un poco de nuestro mundo de caramelo.
Digo, no es que no se valore que México se haya convertido en el paraíso del turismo extremo y la emoción fuerte 24 X 24 (quién iba a pensar que un día el DF se iba a convertir, irónicamente, en una ciudad segura), pero ya cuando el plomo llega a las canchas, en medio de una transmisión nacional, pues ya la cosa no es tan divertida como en El Equipo. O como será La Teniente, ese nuevo producto de Tv Azteca que busca la exaltación de las fuerzas armadas en prime time.
Por supuesto dirán que todo fue producto del entusiasmo de unos borrachos que celebraban los desfalcos de Moreira en Coahuila (por cierto, si los del PAN dejan ir vivito y coleando al presidente del PRI, al estilo de Hank y los del michoacanazo, aún después de los millonarios señalamientos en su contra, no sólo merecerían no perder Los Pinos, sino por lo menos siete años sin orgasmo), o que los disparos no iban dirigidos al nuevo Estadio Corona, que se autodenomina la Casa del Dolor Ajeno, sino a una patrulla, pues el alcalde de Torreón debe creer que pensar lo contrario es una blasfemia.
Sólo espero que la comisión investigadora que se armará para el esclarecimiento de esta terrible historia, investigue de a de veras, que no se caiga en la tentación de las mentiras piadosas, y no nos vayan salir con que se trataba de la celebración anticipada de la caída de Gadafi.
O que es el milagro de la multiplicación de las balas perdidas.
Y si a la directiva del Santos la quieren extorsionar, que lo informen, con esto no se juega...

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