jueves, 10 de noviembre de 2011

La amenaza de que el Aleman venga en el 2012, terminaria por undir definitivamente a México

Como si no se supiera a ciencia cierta que la debacle de nuestra Patria comenzó con los viajes “pastorales” del polaco Wojtyla (saquen los amables lectores sus cuentas, y verán lo cierto que es)
Quien coludido con Ronald Reagan, se dedicó,
aparte de proteger a los múltiples pederastas que tienen su sede tras la columnata de Bernini, a viajar por el mundo disque promoviendo una Democracia que ni siquiera se conoce en el Vaticano, y menos se practica.
Pero dejando tras de sí una estela de sangre y odio entre hermanos, de tal suerte que el papamóvil salió peor que el Caballo de Atila; del que decía que donde pisaba no volvía a crecer ni el pasto.
Pero por si algo le faltara a nuestro atribulado México, según el Vaticano, su sucesor, no solo en el trono de san Pedro, sino también en la protección a ultranza de los degenerados, tiene las aviesas intenciones de visitarnos.
Cabiendo comentar, que en esta tierra nuestra (¿nuestra?) tenemos el segundo santuario más importante del mundo (después de La Meca) por lo que el fanatismo religioso tiene sentados sus reales aquí, y es precisamente aquí, donde piensan poner su nueva sede (o cuando menos una sucursal)
Toda vez que en Europa la credibilidad hacia estos despreciables sujetos, los enemigos históricos de nuestra Patria, anda por los suelos; por lo que en sus templos ya no se paraban ni las moscas, a tal grado, que, aprovechando las instalaciones, los han convertido en bibliotecas y hasta en cafeterías.
Pero poco se puede hacer ante la estulticia de un Pueblo al que le han lavado el cerebro, y de unas Autoridades perversas y carentes de compromiso, pues finalmente nadie las eligió.
Habrá que esperar que el buen Dios se apiade de nosotros, y haga que las múltiples enfermedades que tiene el alemán que se dice Papa (no se mueve la hoja de un árbol sin su voluntad) le impidan el viaje.
Porque si así ya no aguantamos a la fanaticada, a no dudar que si llega a venir (Dios quiera que no, se repite) las cosas todavía empeoren más.
Restando solo recordar al inmenso Voltaire: “No hay quien comprenda mejor las verdades de la religión, que los que han perdido la facultad de razonar”.

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