Jairo Calixto Albarrán
Aunque estemos instalados en la República del AMLOVE, es importante que para impedir los estragos de la aburrición existan resquicios para el debate bravío. Me gusta que el periódico La Jornada y la revista Letras Libres, instaladas en las antípodas del pensamiento, la ideología y los estados financieros, ofrezcan al público
conocedor una batalla de a de veras que nos hace olvidar las vulgares escaramuzas hoy tan en boga de Tomás Boy, director técnico del Morelia, y El Ojitos Meza del Cruz Azul. Preferible una discusión de altura, ruda, árida, con sus matices melodramáticos de telenovela vespertina entre Carmen Lira y Enrique Krauze, que el ritual de burocráticas condenas enérgicas del inspector Poiré que no Poirot (lo mejor es que para decir las mismas palabras que ha venido repitiendo de tragedia en tragedia, de matazón en matazón, de narcofosa en narcofosa, las tenga que leer en vez de recitarlas cual mantra) en el triste recuento de muertos en Guadalajara. De qué le sirve a la gente esas tramitologías desprovistas de voluntad política, cuando luego de meses de tranquilidad, de exitosos eventos multitudinarios como los Juegos Panamericanos y con la Feria Internacional del Libro en puerta, reciben los tapatíos tan sangriento baño de agua fría que los devuelve a la realidad. Y luego se preguntan en el gobierno federal por qué sólo uno de cada diez mexicanos cree que Jelipillo le va a ganar la guerra al crimen organizado.
Según este trabajo realizado por México Unido Contra la Delincuencia y Consulta Mitofsky, los delitos que causan más temor son: 66 por ciento tiene miedo de ser secuestrado, 74 por ciento teme sufrir un robo a mano armada y 55 por ciento a ser víctima de un acto terrorista. A mí me dan miedo todas esas cosas, pero las supera el que Moreira me pida prestado y que los secretarios Lozano y Pérez-Jácome me confundan con un trabajador de Mexicana. Eso da terror, casi tanto como una terapia de esas que sabe dar la policía defeña con tortura cubetera incluida, igualita a la que le aplicaron a unos sujetos en Tepito en homenaje a los viejos tiempos de los separos de Tlaxcoaque, donde El Negro Durazo hacía su nido.
La zacapela entre La Jornada y Letras Libres me hace evocar, nostálgico, aquellos estentóreos desencuentros entre las diversas mafias intelectuales. Eran los tiempos en que los grupos culturales se agarraban en el mejor estilo del Dipuhooligan y Rosario Guerra del PRIcámbrico temprano, sin abogados ni jueces de por medio. Grandes y divertidas escaramuzas que se perdieron bajo el imperio de la corrección política, la abducción gubernamental y el oportunismo político. Que vuelvan.
***
Estaré en la FIL de Guadalajara el lunes, a ver si nos vemos por ahí.
conocedor una batalla de a de veras que nos hace olvidar las vulgares escaramuzas hoy tan en boga de Tomás Boy, director técnico del Morelia, y El Ojitos Meza del Cruz Azul. Preferible una discusión de altura, ruda, árida, con sus matices melodramáticos de telenovela vespertina entre Carmen Lira y Enrique Krauze, que el ritual de burocráticas condenas enérgicas del inspector Poiré que no Poirot (lo mejor es que para decir las mismas palabras que ha venido repitiendo de tragedia en tragedia, de matazón en matazón, de narcofosa en narcofosa, las tenga que leer en vez de recitarlas cual mantra) en el triste recuento de muertos en Guadalajara. De qué le sirve a la gente esas tramitologías desprovistas de voluntad política, cuando luego de meses de tranquilidad, de exitosos eventos multitudinarios como los Juegos Panamericanos y con la Feria Internacional del Libro en puerta, reciben los tapatíos tan sangriento baño de agua fría que los devuelve a la realidad. Y luego se preguntan en el gobierno federal por qué sólo uno de cada diez mexicanos cree que Jelipillo le va a ganar la guerra al crimen organizado.
Según este trabajo realizado por México Unido Contra la Delincuencia y Consulta Mitofsky, los delitos que causan más temor son: 66 por ciento tiene miedo de ser secuestrado, 74 por ciento teme sufrir un robo a mano armada y 55 por ciento a ser víctima de un acto terrorista. A mí me dan miedo todas esas cosas, pero las supera el que Moreira me pida prestado y que los secretarios Lozano y Pérez-Jácome me confundan con un trabajador de Mexicana. Eso da terror, casi tanto como una terapia de esas que sabe dar la policía defeña con tortura cubetera incluida, igualita a la que le aplicaron a unos sujetos en Tepito en homenaje a los viejos tiempos de los separos de Tlaxcoaque, donde El Negro Durazo hacía su nido.
La zacapela entre La Jornada y Letras Libres me hace evocar, nostálgico, aquellos estentóreos desencuentros entre las diversas mafias intelectuales. Eran los tiempos en que los grupos culturales se agarraban en el mejor estilo del Dipuhooligan y Rosario Guerra del PRIcámbrico temprano, sin abogados ni jueces de por medio. Grandes y divertidas escaramuzas que se perdieron bajo el imperio de la corrección política, la abducción gubernamental y el oportunismo político. Que vuelvan.
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Estaré en la FIL de Guadalajara el lunes, a ver si nos vemos por ahí.
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