 La cultura occidental ha embanderado la  democracia como máxima manifestación del humanismo y la conciencia  política; pese a toda la noble ideología que la envuelve, la democracia  difícilmente existe, es sobre todo una fachada debajo de la cual se  perpetúa un régimen plutocrático.
La cultura occidental ha embanderado la  democracia como máxima manifestación del humanismo y la conciencia  política; pese a toda la noble ideología que la envuelve, la democracia  difícilmente existe, es sobre todo una fachada debajo de la cual se  perpetúa un régimen plutocrático.Uno  de los ejemplos más notorios con los que se sesga la democracia hacia  la plutocracia en Estados Unidos es a través de los Comités de Acción  Política (PACs por sus siglas en inglés). Bajo decisión de la Suprema  Corte de Justicia estos comités no están sujetos a las leyes   financieras de campaña. Los PACs no representan formalmente a ningún  candidato y por lo tanto tienen la libertad de expresar su visión  política —y su dinero—  de la misma forma que se protege en la  Constitución la libre expresión.
 La cultura occidental celebra la  democracia como una especie de bien universal, canto político al  humanismo y bandera del progreso de la civilización. Si existe un  sistema democrático en un país, se nos dice, este debe der abrazado (y  protegido) por la comunidad internacional. Por los ideales de la  democracia —secular espiritualidad— es válido y honroso morir: una  guerra tiene sustento humano solo si está maquinada para proteger estos  ilustres ideales.
La cultura occidental celebra la  democracia como una especie de bien universal, canto político al  humanismo y bandera del progreso de la civilización. Si existe un  sistema democrático en un país, se nos dice, este debe der abrazado (y  protegido) por la comunidad internacional. Por los ideales de la  democracia —secular espiritualidad— es válido y honroso morir: una  guerra tiene sustento humano solo si está maquinada para proteger estos  ilustres ideales.Escribiendo para Al-Jazeera el  profesor de Yale, John Stoehr, se pregunta si la democracia es solo una  ilusión.  Stoehr recupera la teoría marxista para explicar el  capitalismo en tiempo del libre mercado y del llamado 1%  contra el que  se manifiesta el movimiento de Occupy Wall Street. Y es que si el modelo  antiguo de la democracia proviene de los brillantes filósofos y  políticos griegos, en la actualidad la democracia que vivimos parte del  capitalismo y de sus difusos promotores —que disuelven fronteras entre  academia, gobierno y empresas. Por supuesto este modelo tiene su punta  de lanza global en Estados Unidos, el país que ha mezcaldo  indisolublemente el american dream  y el star system  con la democracia —y por lo tanto ha mezclado un sistema económico  basado en el libre mercado  (y en el consumo) con un sistema político  que supuestamente permite la autodeliberación de la mayoría. Es un  cliché, pero la manifestacion de esta democracia se da, sobre todo, como  la posibilidad de elegir qué producto comprar o qué programa de TV  sintonizar.
Marx y Engels hicieron una observación  básica: en cualquier periodo de la historia las ideas que las personas  consideran generalmente como las mejores y las importantes son  usualmente las ideas de las personas en el poder: las ideas dominantes  de cada época son las ideas de la clase dominante. Esto es así  fundamentalmente porque la clase dominante cuenta con los medios para  promover sus ideas —medios a través de los cuales pueden promover estas  ideas y estilo de vida sin que parezca que están promoviendo sus propias  ideas y sacando ventaja de lo mismo (estos medios son los medios de  comunicación masiva y también la misma clase política que,  aceitada por  el cabildeo, sirve para promover las ideas de la clase dominante con la  que en ocasiones se interpenetra).
En Estados Unidos el neoliberalismo  —responsable, en palabras del mismo Alan Greenspan, de la crisis  inmobiliaria— ha evitado ser discutido a fondo como sistema económico  justamente porque supone que todos los ciudadanos son libres de  conseguir su sueño y que cualquiera puede alzarse y obtener la riqueza  prometida. Esto evita que se debata seriamente la redistribución de la  riqueza. Se cree en teoría que, puesto que se vive en la democracia, las  reglas  (y las posibilidades) son iguales para todos.
En teoría esta es una norma que favorece  la igualdad. Un ciudadano puede gastar su dienro para promover o atacar  cualquier asunto político que desee. Pero, como apunta John Stoehr,  Estados Unidos no es una sociedad igualitaria.
Un buen ejemplo de esto es la elección  del candidato republicano a la presidencia. Los PACs pueden recaudar  cantidades ilimitadas de dinero siempre y cuando no apoyen o se opongan  explícitamente a un candidato. Pero según el Center for Responsive  Politics, solo en el 2012 han recaudado 130 millones de dólares y  gastado más de 75 millones de dólares en publicidad.  De este total el  25% proviene de solo 5 personas.
El candidato republicano que se perfila a  representar a su partido en la elección presidencial, Mitt Romney, en  los últimos dos meeses ha contado con  37 millones de dólares que el  comité de acción política Restore the Future ha gastado para apoyar su  campaña. Aunque este dinero supuestamente no es un apoyo directo a la  candidatura de Romney, es evidente no solo que este dinero se está  empleando para favorecerlo, sino que es la clave de su ventaja,  especialmente porque Romney no conecta con las bases duras del Partido.
Si bien en otros países existen leyes  que supuestamente garantizan el proceso democrático, también es cierto  que la mayoría de ellos —si no en todos— existen mecanismos para que el  poder económico influya en una elección y pueda colocar a un candidato.  En México, por ejemplo, tenemos el caso de una televisora propulsando a  un candidato, casi como si fuera su agencia de comunicación personal,  desde años antes de que este iniciara el proceso para obtener la  candidatura de su partido. Esta ventaja es difícil de librar —incluso si  por otro lado se cuenta con el aparato del Estado impulsando a su  propio candidato. Hay veces que los recursos de la iniciativa privada  son mayores que los del gobierno y en todo caso se da una pelea entre  dos facciones que son representativas de la mayoría.
Para concluir queremos hacer referencia a un estudio realizado por el investigador Iain Couzin de la Universidad de Princeton.   Aplicando conocimientos de sistemas biológicos a la política, la  investigación de Couzin concluyó que para que una democracia se  mantenga al interior de una sociedad debe existir un número limitado  pero suficiente de personas que sepan todo sobre ciertos temas y que, en  consecuencia, actúen como líderes para el resto, mayoría esta que se  desintegra cuando surgen numerosos puntos de vista que tiran hacia  diferentes direcciones. De ahí que Couzin hable de una especie de “punto  medio de la ignorancia”, un sector imprescindible de personas que  impidan el derrumbe del sistema en una anarquía caótica de minorías o en  la imposición de una de estas para todas las demás. 
El trabajo de Couzin postula la  existencia necesaria de una élite informada o una élite intelectual que  lidere a las “masas ignorantes” e impida la desintegración del sistema.  El problema de que la democracia solo sea sustentable con la existencia  de una élite es que supone que esta élite tendrá una cualidad ética  suficiente para no exigir o simplemente arrebatar —como un dulce a un  niño— una mayor cantidad de poder y recursos. Una clase política similar  a los filósofos que propone Platón para su utopía. Lo que sucede  generalmente es que esta élite descubre que tiene conocimientos o  recursos para manipular a la mayoría que no cuenta con la misma  información o los mismos medios para promover sus propias ideas. Y  generalmente la mejor forma de orquestar esta manipulación y mantener el  poder que detentan es difundir la idea de que todos pueden acceder a  ese poder —ellos están ahí solamente temporalmente, en virtud de la  voluntad del pueblo y la libertad que brinda la democracia.  Esta es la  democracia que vivimos: la realidad se convierte en simulacro.
Para terminar algunas frase célebres sobre la democracia, que tanto nos entusiasma pero que tan pocos resultados entrega:
“Democracia es una superstición muy difundida, un abuso de la estadística”, Jorge Luis Borges.“Si votar cambiara algo, lo harían ilegal”, Emma Goldman.
“La diferencia entre una democracia y una dictadura es que en una democracia votas primero y luego recibes ordenes, en un dictadura no tienes que gastar tu tiempo votando”, Charles Bukowski.
“Que no vengan a alabarnos el mérito de Egipto y de los tiranos tártaros! Estos aficionados antiguos no eran sino unos maletas petulantes en el supremo arte de hacer rendir al animal vertical su mayor esfuerzo en el currelo. No sabían, aquellos primitivos, llamar “señor” al esclavo, ni hacerle votar de vez en cuando, ni pagarle el jornal, ni, sobre todo, llevarlo a la guerra para liberarlo de sus pasiones”, Louis Ferdinand Celine.
“Aquellos que votan no deciden nada, aquellos que cuentan los votos deciden todo”, Joseph Stalin.
“Es inútil para las ovejas pasar una resolución a favor del vegetarianismo mientras que los lobos mantienen una opinión diferente”, William Inge
 
 
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