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Raúl Álvarez Garín, luchador social, militante de
izquierda, destacado miembro del Consejo Nacional de Huelga y escritor,
falleció ayer luego de enfrentar una dura enfermedad. Fue uno de los
personajes más emblemáticos del movimiento estudiantil-popular de 1968,
considerado el fenómeno más significativo de la historia de México en la
segunda mitad del siglo XX.
Hasta el último momento, conservó lucidez y se mostró interesado de la situación de las luchas sociales.Es una gran pérdida para todos, para la familia, para los amigos, para México, para la lucha por la libertad, la justicia y la democracia. Fue mi hermano, por decisión de ambos, dijo Félix Hernández Gamundi, también integrante del movimiento del 68 y amigo de Raúl desde su época de estudiantes, en el Instituto Politécnico Nacional.
Álvarez Garín es sinónimo de la lucha revolucionaria y de militancia
de izquierda; desde adolescente estuvo presente en casi todas las
luchas: estudiantiles, magisteriales, campesinas y obreras.
Elena Poniatowska expresó: “Sin Raúl Álvarez Garín no existiría el libro La noche de Tlatelolco, porque él reunió a los estudiantes en su celda y a raíz de eso, toda la vida fuimos amigos. Con Manuela, su madre, que era una gran maestra de matemáticas.
Raúl –agregó la escritora– fue de una entereza enorme toda la vida y un líder absolutamente incontestable del movimiento estudiantil; se puede decir que en Lecumberri había dos líderes del 68: Álvarez Garín, del Poli y también de la UNAM porque lo querían mucho Manuel Peimbert Sierra y Gilberto Guevara Niebla.
Todos los mexicanos ligados en una u otra forma al movimiento estudiantil lo vamos a extrañar una barbaridad, porque hay pocos Álvarez Garín en el mundo, expresó Poniatowska.
Apenas en agosto pasado, el matemático politécnico, maestro de la Facultad de Economía de la UNAM y ex trabajador electricista recibió su afiliación al Sindicato Mexicano de Electricistas.
Ese día se asumió como el trabajador
16 mil 600, dijo en alusión al número de credencial que le tocó, en esta organización gremial en resistencia. También fue
un despedido políticode la CFE, comentó entonces.
Se destacó como líder ideológico, con vasta producción escrita; un convencido de la difusión de las ideas. Desde estudiante impulsó un periódico y, al salir de la cárcel, junto con otros integrantes del movimiento de 68, construyó la revista Punto Crítico.
Tras muchos años, ya como militante del Partido de la Revolución Democrática, siguió promoviendo la prensa crítica, como coordinador de asuntos laborales y sindicales de Corre la Voz, periódico distribuido entre movimientos populares del valle de México.
Publicó La estela de Tlatelolco: una reconstrucción histórica del movimiento estudiantil del 68. Pero sobre todo, se le reconoció su incansable labor para el esclarecimiento de los crímenes del pasado.
En los meses recientes, Álvarez Garín recibió homenajes, uno en el Centro Cultural Universitario.
En 2008, a 40 años de la masacre de Tlatelolco, dijo:
Siento un compromiso vital con los aspectos políticos generales, no sólo por la experiencia propia sino por lo que se muestra que continúa como amenaza grave en la vida nacional.
Fueron más de 50 años de compromiso con los movimientos colectivos,
siempre con convicciones morales y una gran honradez, entereza y valentía fuera de toda duda. A pesar de aquejarle un padecimiento severo, vivió sus últimos días con absoluta tranquilidad, preguntando por el devenir de las cosas; interesado en los eventos conmemorativos del 2 de octubre, agregó Hernández Gamundi.
Raúl Álvarez Garín: la referencia indispensable
Luis Hernández Navarro
Raúl Álvarez Garín es
uno de los personajes más emblemáticos del movimiento
estudiantil-popular de 1968. Durante el conflicto tuvo una enorme
influencia en la conducción del Consejo Nacional de Huelga. Preso en
Lecumberri durante dos años y siete meses, desempeñó un papel central en
atenuar los efectos degradantes de la vida en la cárcel y fomentar a su
interior un ambiente de estudio organizado. Años más tarde, su
reflexión sobre los acontecimientos fue central para esclarecer lo
sucedido. Con mucho, su trayectoria política encarna las aspiraciones y
convicciones de la generación que protagonizó esa protesta.
“El 68 –escribió Carlos Monsiváis en La tradición de la resistencia–
es el fenómeno más significativo de la historia de México en la segunda
mitad del siglo XX”. Para muchos jóvenes, esa fecha fue su bautizo de
fuego en el mundo de una política distinta. Hasta ese momento, política
era, en lo esencial, sinónimo de transa, corrupción, componenda y
manipulación. Pero el movimiento dio a esa actividad un nuevo sentido de
honradez, dignidad y verticalidad, de compromisos con causas
colectivas. Raúl Álvarez ha mantenido a lo largo de todos estos años
esos valores. Él es un político de convicciones morales.Nacido en 1941, militante de izquierda desde su adolescencia, integrante de la Juventud Comunista, con la que rompió antes del estallido de 68, animador infatigable de la izquierda revolucionaria, Álvarez Garín es un hombre coherente. Ya lo era cuando con 27 años de edad se encontró en la cresta del descontento estudiantil del 68, había pasado por la Facultad de Ciencias de la UNAM y cursaba el tramo final de la licenciatura en físico-matemáticas en el IPN. Lo ha seguido siendo hasta nuestros días. Crítico implacable del poder, ha navegado toda su vida contra la corriente, apostado siempre a los movimientos sociales para transformar el país.
Su formación política inicial estuvo marcada por el activismo estudiantil, la influencia de la revolución cubana y su crítica a los partidos comunistas y las discusiones ideológicas promovidas por las organizaciones revolucionarias que surgieron en el país. Simultáneamente tímido y hosco, formal y responsable, desarrolló grandes dotes como organizador.
Ante asambleas y grupos, Raúl habla pausadamente, con sencillez y autoridad. Así lo ha hecho durante décadas. En sus intervenciones políticas busca explicar el significado de los hechos, los alcances de las acciones. Es simultáneamente estratega y pedagogo. De manera directa da contexto y problematiza el alcance de las posiciones a debate. Su lenguaje es comprensible, ajeno a la jerga marxista aunque profundamente influido por esta teoría.
Casado en primeras nupcias con María Fernanda Campa, hija del dirigente ferrocarrilero comunista Valentín Campa, quien pasó la mitad de su vida en cárceles y en la clandestinidad, Raúl vivió desde joven la experiencia de la represión de manera directa. Nunca ha olvidado esa lección.
Entrevistado hace cinco años por una publicación de izquierda, señalaba:
Siento un compromiso vital con los aspectos políticos generales, no sólo por la experiencia propia, sino por lo que se muestra que continúa como amenaza grave en la vida nacional. Esto lo vivo como un problema de emoción también, porque uno siente que las amenazas de violencia represiva, de irracionalidad total, se mantienen y son de los componentes más graves.
Punto Crítico apareció por vez primera en enero de 1972 para
contribuir con una política editorial clara y consecuente, al debate organizado de las fuerzas de izquierda sobre bases objetivas y permanentemente renovadas, con la intención de acceder a una unidad creadora y no a una unidad estéril y a la postre burocrática.
Han pasado ya muchos años desde aquella aventura pero, ya como militante del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Raúl continúa promoviendo la prensa crítica, ahora como coordinador de asuntos laborales y sindicales de Corre la Voz, un periódico de masas ampliamente distribuido entre movimientos populares del valle de México.
Incansable guardián de la memoria, Alvarez Garín presentó, a finales de 1993, siendo diputado de la 55 Legislatura, la iniciativa para adicionar al artículo 8 de la Constitución un párrafo que dice:
Los ciudadanos tienen derecho al libre acceso a todos los archivos y registros oficiales, salvo aquellos relacionados con la seguridad y defensa del Estado, que estarán reservados hasta por un periodo máximo de 25 años, contados a partir de la fecha original de expedición del documento. Su propuesta fue congelada.
Como parte de su lucha contra el olvido publicó La estela de Tlaltelolco: una reconstrucción histórica del movimiento estudiantil del 68, uno de los libros más brillantes de cuantos se han escrito sobre los acontecimientos de ese año. También forma parte de esta misión, su incansable labor para que se esclarezcan los crímenes del pasado perpetrados por el Estado y se castigue al ex presidente Luis Echeverría.
El movimiento de 68 no se ha diluido ni asimilado. Su espíritu sigue vivo en los movimientos que hoy cuestionan el autoritarismo estatal y la falta de democracia, la desigualdad y la exclusión social. Para ellos, 68 es, como Raúl Álvarez, una referencia indispensable. Por eso, este viernes 9, a las 5 de la tarde, en la sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario, se le realizará un homenaje.
Twitter: @lhan55
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