No tengo elementos para decir cómo hubiese sido un Gobierno Federal encabezado por Andrés Manuel López Obrador porque simplemente la elite política y económica de este país no permitieron que el tabasqueño y su propuesta de mirar primero por los pobres llegara a la presidencia de la República. Como la historia no se puede construir con los “si hubiera…”, entonces no podemos decir nada al respecto de un ejercicio de gobierno que no sucedió. Pero lo que si podemos decir es cómo ha sido el “gobierno” de Felipe Calderón, una vez que con la ayuda de los poderes fácticos del país, haiga sido como haiga sido (Calderón dixit), se robó la presidencia.
Desde diciembre de 2006 cuando Felipe Calderón se encaramó en la silla presidencial, el crecimiento económico del país se fue a pique más de lo que ya se venía hundiendo desde la llegada de Vicente Fox a Los Pinos en el 2000. Escasamente el crecimiento de nuestra economía llaga al 2 por ciento anual, mientras Brasil lo hace al 7.4 por ciento. El aumento de la pobreza es evidente, más allá de los índices oficiales que colocan a 54 millones de mexicanos en esas condiciones o los 72 millones de personas que para algunos académicos se encuentran en la precariedad económica, basta mirar en las esquinas de las calles y avenidas del país para constatar de qué manera los camellones se han transformado en una suerte de viviendas y zonas de trabajo para millones de mexicanos que no encuentran la salida a su realidad. Bebés, niños, jóvenes, adultos y ancianos de ambos sexos desbordan las banquetas y los camellones ofreciendo lo poco que les queda en busca de lo mínimo necesario para no morir entre los vehículos. La escena resulta dantesca, aunque para Felipe Calderón nuestra economía va viento en popa y representa un “barco de gran calado” capaz de vencer todas las tempestades. Un botón más de muestra: la última recesión económica redujo casi en una quinta parte el ingreso de las familias más pobres del país. Esto pasa mientras en ocho años de gobierno, Luz Inacio Lula logró sacar de la pobreza a 36 millones de brasileños. Como cereza del pastel, el “gobierno” mexicano regala bienes del Estado a los grandes empresarios como pago por llevarlos a la presidencia.
La seguridad y tranquilidad de los mexicanos se ha esfumado en el marco de la estúpida “guerra contra el narcotráfico” emprendida por Felipe Calderón en un acto desesperado por legitimar su gobierno. Treinta mil asesinatos violentos es el resultado hasta ahora de la cruzada calderonista contra el crimen organizado. Pero del tráfico de drogas, del incremento en el consumo de las mismas, del lavado de dinero, de la corrupción de los cuerpos policiacos y del Ejército y Armada mexicanos, del tráfico de armas, de eso nada se dice. Los resultados son realmente famélicos. Pareciera que la violencia llegó para quedarse; como sociedad comenzamos acostumbrarnos a ella: “en la última balacera nada mas hubo un muerto”, suelen conformarse los habitantes de Monterrey, Reynosa, Ciudad Juárez, el Distrito Federal o Tijuana, ante la cotidianidad de las ráfagas que recorren calles y aceras de las ciudades y pueblos del país.
Hoy por hoy, nuestro país es señalado en el mundo entero como una nación donde no se respetan los derechos humanos. Un país donde ser mujer, niño, periodista o migrante, significa un peligro mayor en cuanto a derechos humanos se refiere. Hoy en día Ciudad Juárez es considerada la ciudad más peligrosa del mundo, y nuestro territorio es visto como un gran embudo difícil de cruzar por los miles de migrantes centroamericanos que se internan en México con la mirada puesta en Estados Unidos.
En el ámbito internacional luego de diez años de la llegada de los panistas a la presidencia, México se significa en América Latina como el país con el menor dinamismo diplomático en el hemisferio. Nuestra política exterior continúa dictándose desde el Departamento de Estado norteamericano. En consecuencia nuestro país mantiene un evidente aislamiento internacional y por lo mismo juega un papel menor en el concierto de las naciones.
Por lo tanto, a la luz de los “resultados” obtenidos en casi cuatro años de “gobierno” calderonista tenemos elementos suficientes para afirmar que el verdadero daño al país se ha cometido desde la “administración” de Felipe Calderón.
Dicho lo anterior, caen por su propio peso las declaraciones que el martes de esta semana hizo el “jefe” de Los Pinos a lo largo de un tour radiofónico que daba muestras de ser una estrategia más de campaña electoral con miras en el 2012. A media semana, Felipe Calderón nuevamente insistió en que AMLO no sólo era un peligro para México en 2006, sino que continúa siéndolo hoy en día.
Luego entonces, instalados en la lógica de Felipe Calderón, la expresión política del lopezobradorismo como peligrosa para México debería ser combatida y erradicada. Si según Felipe Calderón, la gente ya se dio cuenta que López Obrador no es una opción política viable ¿entonces para qué tanto rencor? ¿Qué sentido tienen las descalificaciones? ¿O será a caso que el equipo de Los Pinos está cierto del creciente respaldo popular que tiene AMLO? ¿No sabrá Felipe Calderón que su agresión contra López Obrador va también contra los millones de mexicanos que legítimamente siguen al tabasqueño? Nada más eso nos faltaba, que desde la misma “presidencia” se arranque nuevamente una campaña de odio contra millones de mexicanos como lo hizo en su momento Vicente Fox, quien se empecinó en cerrarle el camino electoral a López Obrador.
El peligro para México no es Andrés Manuel López Obrador y sus millones de seguidores. El lopezobradorismo no representa un peligro para la nación. El verdadero peligro son las actuales “políticas” panistas puestas en marcha en nuestro país y que nos tienen arrinconados en una esquina dominada por el terror delincuencial, la urgencia económica y la sistemática violación a los derechos humanos. De no abrir los ojos a tiempo y aprehender con honestidad y conciencia social nuestra desgarradora realidad, más temprano que tarde ese peligro nos conducirá a un laberinto del cual no podremos salir en mucho tiempo.
ihuatzio@hotmail.com
twitter@contodoytriques
Facebook/Eduardo González Velázquez
Desde diciembre de 2006 cuando Felipe Calderón se encaramó en la silla presidencial, el crecimiento económico del país se fue a pique más de lo que ya se venía hundiendo desde la llegada de Vicente Fox a Los Pinos en el 2000. Escasamente el crecimiento de nuestra economía llaga al 2 por ciento anual, mientras Brasil lo hace al 7.4 por ciento. El aumento de la pobreza es evidente, más allá de los índices oficiales que colocan a 54 millones de mexicanos en esas condiciones o los 72 millones de personas que para algunos académicos se encuentran en la precariedad económica, basta mirar en las esquinas de las calles y avenidas del país para constatar de qué manera los camellones se han transformado en una suerte de viviendas y zonas de trabajo para millones de mexicanos que no encuentran la salida a su realidad. Bebés, niños, jóvenes, adultos y ancianos de ambos sexos desbordan las banquetas y los camellones ofreciendo lo poco que les queda en busca de lo mínimo necesario para no morir entre los vehículos. La escena resulta dantesca, aunque para Felipe Calderón nuestra economía va viento en popa y representa un “barco de gran calado” capaz de vencer todas las tempestades. Un botón más de muestra: la última recesión económica redujo casi en una quinta parte el ingreso de las familias más pobres del país. Esto pasa mientras en ocho años de gobierno, Luz Inacio Lula logró sacar de la pobreza a 36 millones de brasileños. Como cereza del pastel, el “gobierno” mexicano regala bienes del Estado a los grandes empresarios como pago por llevarlos a la presidencia.
La seguridad y tranquilidad de los mexicanos se ha esfumado en el marco de la estúpida “guerra contra el narcotráfico” emprendida por Felipe Calderón en un acto desesperado por legitimar su gobierno. Treinta mil asesinatos violentos es el resultado hasta ahora de la cruzada calderonista contra el crimen organizado. Pero del tráfico de drogas, del incremento en el consumo de las mismas, del lavado de dinero, de la corrupción de los cuerpos policiacos y del Ejército y Armada mexicanos, del tráfico de armas, de eso nada se dice. Los resultados son realmente famélicos. Pareciera que la violencia llegó para quedarse; como sociedad comenzamos acostumbrarnos a ella: “en la última balacera nada mas hubo un muerto”, suelen conformarse los habitantes de Monterrey, Reynosa, Ciudad Juárez, el Distrito Federal o Tijuana, ante la cotidianidad de las ráfagas que recorren calles y aceras de las ciudades y pueblos del país.
Hoy por hoy, nuestro país es señalado en el mundo entero como una nación donde no se respetan los derechos humanos. Un país donde ser mujer, niño, periodista o migrante, significa un peligro mayor en cuanto a derechos humanos se refiere. Hoy en día Ciudad Juárez es considerada la ciudad más peligrosa del mundo, y nuestro territorio es visto como un gran embudo difícil de cruzar por los miles de migrantes centroamericanos que se internan en México con la mirada puesta en Estados Unidos.
En el ámbito internacional luego de diez años de la llegada de los panistas a la presidencia, México se significa en América Latina como el país con el menor dinamismo diplomático en el hemisferio. Nuestra política exterior continúa dictándose desde el Departamento de Estado norteamericano. En consecuencia nuestro país mantiene un evidente aislamiento internacional y por lo mismo juega un papel menor en el concierto de las naciones.
Por lo tanto, a la luz de los “resultados” obtenidos en casi cuatro años de “gobierno” calderonista tenemos elementos suficientes para afirmar que el verdadero daño al país se ha cometido desde la “administración” de Felipe Calderón.
Dicho lo anterior, caen por su propio peso las declaraciones que el martes de esta semana hizo el “jefe” de Los Pinos a lo largo de un tour radiofónico que daba muestras de ser una estrategia más de campaña electoral con miras en el 2012. A media semana, Felipe Calderón nuevamente insistió en que AMLO no sólo era un peligro para México en 2006, sino que continúa siéndolo hoy en día.
Luego entonces, instalados en la lógica de Felipe Calderón, la expresión política del lopezobradorismo como peligrosa para México debería ser combatida y erradicada. Si según Felipe Calderón, la gente ya se dio cuenta que López Obrador no es una opción política viable ¿entonces para qué tanto rencor? ¿Qué sentido tienen las descalificaciones? ¿O será a caso que el equipo de Los Pinos está cierto del creciente respaldo popular que tiene AMLO? ¿No sabrá Felipe Calderón que su agresión contra López Obrador va también contra los millones de mexicanos que legítimamente siguen al tabasqueño? Nada más eso nos faltaba, que desde la misma “presidencia” se arranque nuevamente una campaña de odio contra millones de mexicanos como lo hizo en su momento Vicente Fox, quien se empecinó en cerrarle el camino electoral a López Obrador.
El peligro para México no es Andrés Manuel López Obrador y sus millones de seguidores. El lopezobradorismo no representa un peligro para la nación. El verdadero peligro son las actuales “políticas” panistas puestas en marcha en nuestro país y que nos tienen arrinconados en una esquina dominada por el terror delincuencial, la urgencia económica y la sistemática violación a los derechos humanos. De no abrir los ojos a tiempo y aprehender con honestidad y conciencia social nuestra desgarradora realidad, más temprano que tarde ese peligro nos conducirá a un laberinto del cual no podremos salir en mucho tiempo.
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