domingo, 10 de octubre de 2010

Presidente sin autocontrol, ¿un peligro para México?

Alán Arias Marín

  • 2010-10-10•Política
Las declaraciones del presidente Calderón contra AMLO son una manifestación de ausencia de autocontrol. Fueron en sí mismas —su contenido inmediato— lamentables. Explicarlas racionalmente resulta complicado; más allá de la tautología semántica o de la interpretación subjetiva y/o ideológica de lo que “el Presidente quiso decir…”. Lo expresado por el presidente Calderón reitera lo ya dicho y publicitado en 2006, pero no sólo reivindica su significado literal y político en el contexto electoral de entonces, sino que lo recarga de significaciones actuales y a futuro. Complementa y extiende su juicio sobre AMLO al calificar de “fanáticos” y “feligresía del odio” a sus votantes (14 millones) y sus actuales simpatizantes (entre 1.5 y 2 millones), todos ellos, por cierto, ciudadanos mexicanos gobernados y ofendidos por el apasionado jefe del Ejecutivo. No lo dijo un exaltado opositor sino el presidente en funciones al referirse a un asunto de la mayor importancia, las condiciones y actores de la lucha —ya en curso— por la sucesión presidencial.
Expresión de un extravío lógico y un dislate personal, un traslape de tiempos políticos con cronologías emocionales. El episodio muestra fehacientemente un discurso sin referentes lógicos coherentes y una pérdida del sentido de autolimitación inherente a la naturaleza de su cargo. Un sujeto en expansión incapaz de someter sus predicados; sin cálculo ni juicio acerca de sus consecuencias y derivaciones. Sus implicaciones trascienden tanto el inconveniente (y frecuente) predominio emocional y sentimental en el discurso presidencial —soliloquios irrefrenables en el ámbito de la improvisación y/o las entrevistas; así como los efectos inmediatos al reposicionar a su adversario histórico (¿personal?). Desmesura y descolocación del pensar político presidencial.
Los individuos en su vida personal y los políticos en su actuación tienden a la repetición; Calderón reedita (¿inconscientemente?) una conducta que polariza —contra viento y marea— el combate con su adversario, desdeñando condiciones reales. Ya no es candidato sino presidente; no estamos en 2006 y su contexto sino en las alteradas condiciones de 2010; su obsesión con AMLO y la distorsión derivada de perpetuar la añeja y superada polarización que suponía como premisa un PRI dividido y debilitado; en todo caso, un efecto perverso, fortalecer a AMLO supone debilitar la política de alianzas y restablecer la condición tripartita de la competencia electoral en el Edomex, con la probabilidad de que Peña Nieto los vuelva a derrotar como en 2009. Prevalece una comprensión beligerante y maniquea de la política, especie de continuo homogéneo de permanente cruzada contra el mal, con referentes electorales de toma y retoma del poder.
Si bien AMLO es factor crucial en el proceso político y juega un papel protagónico en el corto y mediano plazos, la coyuntura de las elecciones próximas en el Edomex, caracterizadas como punto de inflexión de cara a las presidenciales del 2012 y determinadas por las probables alianzas entre el PAN y el PRD, difícilmente puede considerársele como el adversario a vencer. AMLO es decisivo para el bloque de “izquierda”; ni con él (60% de voto negativo), ni sin él (19% de voto duro); líder indiscutido de un movimiento de disenso de cauce pacífico, explícitamente no violento; de oposición semileal con un pie en la institucionalidad el otro mandándolas al diablo (eficaz por la fragilidad disfuncional de la democracia mexicana).
La inopinada agresividad al demonizarlo incorpora el riesgo de un ascenso a los extremos y que su movimiento cumpla la función de catalizador del descontento social y de “movimientos de furia” (Atenco, La Parota) antisistémicos, de oposición desleal (EZLN y La Otra campaña) proclives a la acción directa y eventualmente simpatizantes de la lucha armada. En las actuales condiciones de violencia que vive el país atizar rescoldos de fuegos de resentimiento social es peligroso e irresponsable.
Hay otra implicación derivada del discurso presidencial de graves consecuencias políticas. Remite a la defectuosa legalidad y la fragilidad estructural de la institucionalidad electoral. En 2006, se prohibieron con retraso los spots que contenían el mensaje del “peligro para México”, fueron sancionados por IFE y TEPJF hasta 2008, ya tarde y sin efectos sobre la elección; a Calderón se le señaló por haber intervenido violando la ley en los comicios del 2009 (antes a Fox): hay un defecto de construcción en la legalidad electoral, de efectos retardados y sin sanciones al presidente; la ley incentiva la impunidad y obstruye la producción de legitimidad. El descontrol de Calderón es un peligro, anuncio de probable conducta ilegal. Cuidado.

FCPyS-UNAM. Cenadeh.

alan.arias@usa.net

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