lunes, 11 de octubre de 2010

La Crisis Política en la Universidad de Guadalajara. Parte VIII.


EL BOMBAZO EN EL PANTEÓN DE MEZQUITÁN. Surge el "Nasserismo"
El día l6 de febrero de l974, habiendo sido invitado Carlos Ramírez Ladewig, como padrino de la generación de abogados por la Facultad de Derecho de la U. de G. de ese año, pronunció un discurso que a todas luces fue causal, entre otros motivos, de su asesinato al año siguiente. Dijo: "Por razones que a mí en lo particular me parecen válidas, el orden social es duramente criticado. La injusta distribución de la riqueza con los consiguientes intolerables contrastes entre la opulencia, el lujo y el despilfarro, frente al hambre, la miseria y el desamparo, así como la deformación de los procesos democráticos, son objeto de universales críticas. Consciente o inconscientemente al Abogado se le involucra en esta crítica más que a cualquier otro profesionista. Esto, si vemos el fondo del asunto, puede ser más o menos cierto -o falso- en cada caso particular, pero aplicado en lo general lo considero injusto; pienso que se confunde el importante papel social del Abogado con su supuesto apoyo al orden social en que se encuentra y actúa. El hecho de que sea una muy importante pieza del sistema, no lo hace necesariamente partidario del mismo. Con el mismo razonamiento podríamos concluir que los trabajadores, son partidarios del sistema capitalista, simplemente porque el sistema capitalista no podría funcionar sin los trabajadores y son por ello pieza importantísima, indispensable, del sistema capitalista... Para concluir, deseo exhortarlos para que ustedes, así como todos los que nos hemos formado en esta Universidad popular, nos organicemos y luchemos políticamente por hacer realidad una sociedad justa; hagamos honor a los ideales pátrióticos, democráticos y socialistas que hemos abrevado de nuestra Alma Mater, cualquiera que sea el campo que el destino nos señale"...
Frente a este discurso, el sistema consideró que eso no podía continuar. Si el gobierno llegó a considerar que Carlos, era una especie de mal necesario dentro de su estructura política, porque podría hacer más daño al sistema dentro que fuera del mismo, la actitud de Ramírez Ladewig parecía exceder los límites de lo tolerable. Ningún grupo político dentro del PRI se manifestaba ideológica y políticamente igual en ninguna parte de México. Ninguno concertaba alianzas con la izquierda y lo que es más: ninguno contaba con una sustentación social tan amplia como el grupo Uni-FEG en Jalisco. ¿Cómo resolver el problema? Siguiendo los lineamientos del terrorismo oficial aplicado por otros gobiernos en otras latitudes, pero con una variante, la variante impuesta por el imperialismo norteamericano después de la victoria de la Revolución Cubana: disfrazar a terroristas como "guerrilleros de izquierda" y liquidar obstáculos molestos... Y habiendo aquí en Guadalajara tantos delincuentes que eran pistoleros del Presidente de la FEG en turno, acreditados además como "agentes confidenciales" de la XV Zona Militar, bajo la comandancia del General Federico Amaya Rodríguez, resultaría demasiado evidente perpetrar el asesinato de Carlos con tales elementos tan conocidos, por sus hechos delictivos tanto dentro como fuera del Estado de Jalisco. En Tepic, Nay., por ejemplo, eran ya hechos regulares que la banda de "El Pelacuas" asaltara negocios importantes, especialmente agencias de ventas de automóviles. Por eso el gobierno al parecer, decidió que elementos de tropa, disfrazados de guerrilleros (pero luciendo libremente sus cabezas a medio rape tipo militar) llevaran a cabo tan nefando crimen, el día doce de septiembre de l975, en el cruce de las calles de Niños Héroes y Avenida Alemania, cuando Carlos Ramírrez Ladewig regresaba a casa después de salir de su trabajo como Delegado del IMSS. El maquillaje "revolucionario" del asalto armado se reivindacaba como el "Operativo José Antonio Marín Osuna" de las llamadas Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FRAP). Pero la falsedad de tal versión y disfraz criminal jamás pudo ser investigado, probado y justificado por los gobiernos Estatal ni Federal. Las gestiones y entrevistas con autoridades de todos niveles incluyendo al Presidente de la República, jamás dieron resultado alguno. Se prefabricaron chivos expiatorios, pero las contradicciones evidentes de las versiones dadas a conocer a la opinión pública, desmoronaban pronto sus contenidos. La ultra izquierda pronto se adjudicó oficiosamente el crimen, pero nadie tragó tal rueda de molino. Para todos quedó claro que era un crimen de Estado, cuyo propósito estratégico era borrar al grupo político "Uni-Feg, como lo probó el hecho espectacular ocurrido justo al año del crimen, cuando ante la tumba de Carlos Ramírez Ladewig, se reunió el grupo de dirigentes o "Sanedrín", para rendir homenaje luctuoso a quien fuera su líder. En pleno evento estalló una bomba que alcanzó a matar a uno de los asistentes, no dirigente, e hiriendo a sesenta asistentes más. Es posible que razones técnicas hayan determinado la poca efectividad explosiva del artefacto, pues si una granada defensiva del ejército, de esas que parecen piñas, tienen una acción efectiva al estallar, de 25 metros y una posible de cien, entonces podemos inferir de los hechos que esa bomba tuvo deficiencias de fabricación casera, pues de lo contrario, allí habría desaparecido el núcleo de dirección del grupo Uni-FEG. Tampoco estos hechos, al ser "investigados" por el gobierno, arrojaron resultado alguno. Desde estos acontecimientos se inició en el medio político universitario, la creación de un ambiente contradictorio. Por una parte se desarrollaba la mitología en torno a a la organización estudiantil, el grupo político y su campus, y especialmente en torno a la figura y recuerdo de Carlos Ramírez Ladewig. Afloraron sin embargo las verdaderas personalidades de algunos ex-presidentes de la FEG, usufructuarios durante años de los cargos públicos, prebendas y privilegios que la fuerza política del grupo les proporcionaba, y que lejos de fortalecer con hechos su conducta progresista y democrática, mostraron después de la muerte de su líder, más que amor a su memoria, el amor por los espacios de poder político y económico. Algunos incluso propusieron negociar con el gobierno la muerte de Carlos, exigiendo más botín. Mientras Carlos vivía, la responsabilidad de la Rectoría, recaía en alguna personalidad prestigiada y relevante del medio académico. Carlos no propiciaba la llegada a ese cargo a ningún ex-presidente de la FEG, porque si las rencillas y confrontaciones entre lidercillos del medio fegista, llegaban a menudo a la violencia, y algunos de los grupos practicaban la venta de protección a negocios y empresas diversas, o exigían apoyos económicos para sus campañas electorales estudiantiles, en ocasiones sumamente onerosas... Carlos consideraba que las cosas empeorarían si lo disputable llegara a ser la administración universitaria, dado el monto y manejo de su importante presupuesto, y dado el poder concreto de directores y jefes de departamento. Carlos Ramírez Ladewig, no solamente era el jefe, pastor y guía de la comunidad universitaria, sino también el muro de contención para las ambiciones de aquellos que soñaban con la Rectoría de la Universidad. Uno de ellos era el arquitecto Jorge Enrique Zambrano Villa, que, de ser Secretario Particular del Rector, ascendió a Rector interino al ser asesinado Carlos, para cubrir la renuncia de Rafael García de Quevedo. Luego fue electo por el Consejo General Universitario, cubriendo un sexenio sumado al interinato. A partir de entonces, con excepción de Víctor González Romero, y últimamente de Carlos Briseño, todos los rectores habían sido Presidentes de la FEG. En tiempos de Carlos Ramírez, la FEG daba un rostro progresista y democrático hacia el exterior, solidarizándose con los movimientos de vanguardia, democráticos y revolucionarios, movilizándose en muchas ocasiones en favor de tales movimientos en el escenario internacional. Cuando Raúl Padilla López llegó a Presidente de la FEG, tales expresiones progresistas y democráticas hacia el exterior, se multiplicaron. Pero no sólo eso, Raúl inició su carrera a la Rectoría, y al liderato del grupo político, recogiendo, del basurero de la izquierda, a elementos antaño enemigos o personajes que militaron en la clandestinidad, de origen guerrillero o militantes del viejo Partido Comunista. Y todo esto correspondía a su estrategia de mostrar ante el interior de la U. de G., como ante el escenario político exterior, un rostro proclive y sensible ante las causas revolucionarias en México, en Jalisco y en el mundo. En el aspecto sindical ha sido tradicional la postura política del grupo, apoyando la democracia sindical y el sindicalismo independiente, siempre que todo esto se dé fuera del ámbito universitario. En el escenario nacional el grupo universitario lucha contra el corporativismo priista o panista, lo cual no le impide mantener en su régimen sindical y político interior de la U. de G., el más cerrado corporativismo. Esta es una postura política y social con nombre y apellido: se llama "Nasserismo". ¿Que de dónde nació tal denominación? De la República Árabe Unida (RAU) y sus tratados y convenios, a través de Gammal Abdel Nasser, su gobernante, firmados con la Unión Soviética, después de que las potencias occidentales le negaron el apoyo para la construcción de la Presa de Assuán, por el conflicto creado al cierre temporal del Canal de Suez. La URSS la construyó en base a los tratados, dándose una situación contradictoria: Excelentes relaciones entre los gobiernos de la RAU y la URSS, pero en el régimen interior de la RAU, Nasser perseguía al Partido Comunista. O como el populismo de Perón en Argentina, en que el líder proclamaba en discursos incendiarios su teoría del justicialismo, envuelto en la demagogia de Eva Perón que "lloraba" por sus "descamisados", mientras que la policía peronista perseguía, golpeaba y encarcelaba a la oposición de izquierda. Ese "nasserismo" todavía está vigente al interior de la Universidad de Guadalajara, no solamente en el aspecto laboral, sino también en el ideológico y político. Es un sistema corporativo que le da la espalda al devenir histórico, obstaculizando por todos los medios la penetración de la democracia hacia su vida social y política interna. La democracia es el antídoto del veneno llamado corporativismo. Y parecía que Carlos Briseño levantaría la bandera de la democracia, frente al evidente cacicazgo de Raúl Padilla López, pero pronto se vio que su escarcela ideológica y política estaba vacía, no obstante haber sido militante del Partido Comunista, y que sus estrategas y asesores, aparte del oportunismo y un intelectualismo estéril, debieron ir primero a la escuela política para párvulos. ¿Que qué debió haber hecho Briseño, frente al poder omnímodo de su maestro y ex-líder? Comprender que se estaba metiendo en una guerra, como las que temía Carlos Ramírez, que estallasen por la disputa del botín económico y político del campus universitario. Y si era una guerra, atender a los principios elementales de la estrategia: a) acumular aliados seguros, b) acumular recursos materiales, pero c) también recursos para combatir en los tribunales con documentos probatorios incontrovertibles. Una vez contando con esto, poner en práctica la táctica de lucha sin miramiento alguno: destituir de todos sus cargos reales u honoríficos a Raúl Padilla López, exhibiendo ante los medios sus ingresos por tanto nombramiento y paralelamente alimentar a los medios con documentos irrebatibles probatorios de los turbios manejos, tanto suyos como de sus allegados, incoando procedimientos judiciales en su contra masivamente.
Eso es lo que, a mi juicio, habría provocado la desbandada de consejeros universitarios leales al jeque de jeques (Juan José Doñán dixit) y cambiado la correlación de las fuerzas dentro del Consejo General. Porque la lealtad a Raúl no descansa sobre bases ideológicas y políticas, sino sobre intereses concretos que se expresan en altos sueldos, canonjías y prebendas que el poder brinda. Si ese complicado tapete se mueve con habilidad, los resultados suelen ser agradecidos para el operador político.

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