sábado, 6 de noviembre de 2010

La Crisis Política de la Universidad de Guadalajara. XXVII.


REFLEXIONES FINALES.


Por José Dolores Mártir.



El conjunto de ideas y propuestas para la realización de un Congreso General Universitario, no ha surgido de la nada, es decir, que no es un simple conjunto de ideas especulativas. Se derivan de la necesidad, de una realidad concreta que ha venido viviendo la Universidad de Guadalajara durante más de medio siglo y que desafortunadamente se ha convertido en una situación ordinaria dentro de la cual han nacido y se han desarrollado varias generaciones de políticos profesionales contaminados necesariamente por un ambiente corruptor, que se inicia desde la época estudiantil en la actividad político electoral, por la cual exigen privilegios en trato por la dirección de la escuela, en calificaciones sin asistir a clase ni presentar examen (pasar de puro boletazo, pues) ni haber ocupado una butaca como cualquier simple mortal, y el cultivo de una actitud prepotente y soberbia con el alumnado, excepto con los que integran su comitiva permanente conocida como "chorcha", y que para los miembros de la misma les lleva a aspirar a gozar de algunos de los privilegios mencionados, "porque andan en la política". Estas actitudes se multiplican cuando la chorcha no es ya de un candidato o presidente de sociedad de alumnos de una escuela, sino de un candidato o presidente de la FEG antes, de la FEUN hoy. Como muestra basta un botón y ahí va. En los útlimos años en que serví las cátedras de mi tiempo completo en la Prepa Cuatro, con evidente molestia veía cómo llegaban a interrumpír la clase pordioseros de toda índole que saloneaban pidiendo dinero con cualquier pretexto. Yo llegué a expresar mi molestia por ello al Secretario de la escuela, pero siempre me contestaban con evasivas. Por eso, y a partir de ello, cuando llegaban los mendigos a importunar mis exposiciones académicas, simplemente no les abría la puerta o les pedía que esperasen a terminar mi clase. Seguían adelante a otro salón pero volvían en el intermedio entre clase y clase. Un día, en uno de los convivios de la escuela con motivo del día del maestro, aprovechando la familiaridad y confianza conquistada con algunos profesores, les pedí que me aclarasen el por qué la dirección de la escuela no intervenía poniendo orden en ese asunto. Con cierto temor, buscando no ser escuchado por nadie más, uno de los maestros confesó que era un negocio del Comité estudiantil, que contaba con la tolerancia del director para no buscarse problemas. Que del dinero obtenido, la mitad era para el pordiosero y la mitad era para el Comité. Y que si yo insistía en obstaculizar el negocio, iba a terminar enfrentado a los muchachos. Esa era la cuna que mecía al bebé que con el tiempo lo encontraríamos como cuadro militante del PRI, como candidato del mismo partido político o ya como funcionario público, cuya mentalidad había sido condicionada para conformar la clase trepadora que tarde o temprano llegaría a gobernarnos, marginada totalmente de toda idea superior, de principios, de ideología alguna, DE LOS CONCEPTOS DE PATRIA, HUMANIDAD, CLASE SOCIAL O SERVICIO A LA COMUNIDAD. Para ese nuevo funcionario, formado y deformado en el estercolero de la corrupción, el cambiar de partido político carece de importancia, siempre que el cambio aumente sus cuentas bancarias y abra nuevas posibilidades predadoras contra el presupuesto municipal, Estatal o Federal. Ruego al lector que me disculpe por mis cíclicos retornos a estos ilustrativos pero desagradables detalles. Es que es mucha la carga negativa acumulada durante más de treinta años de servicio magisterial viviendo y conociendo este tipo de experiencias dentro del ambiente corporativo de la U. de G. Volvamos al tema de la convocatoria al que podría ser el I Congreso General de Universitarios de la U. de G. La propuesta es el fruto de mi experiencia personal como militante político en la izquierda lombardista. Y el temario resulta de las necesidades imperiosas que la Universidad sufre, tanto en las consideraciones teórico filosóficas para darle rumbo y sentido superior a su actividad académica, como en las de carácter técnico y material para instrumentar eficazmente la enseñanza. La Universidad ha perdido hace tiempo el rumbo, no digamos ideológico, sino simplemente la finalidad concreta en la formación de profesionistas para el desarrollo económico, social y cultural regional y del país. Sus reformas han tenido más que ver con la tecnocracia, desideologizando la academia o imitando modelos extralógicos que más tendían a imitar las escuelas vocacionales del Instituto Politécnico Nacional, que a su vez habían sido copiadas de modelos norteamericanos. La Universidad necesita rumbo, que no se le confunda con un Instituto Tecnológico o con una universidad norteamericana, porque en el último caso, ese modelo corresponde a una realidad completamente distinta a la de nuestro país. Que no se pretenda dar gusto a los nuevos ricos incultos y acomplejados que presumen enviar a estudiar a sus hijos a "los mejores colegios", que no pasan de ser escuelas privadas controladas por la Iglesia Católica, y que han demostrado su total fracaso con esa manada de animales políticos improvisados producidos en sus aulas, que hoy por hoy gobiernan al país y algunos Estados de la República, y que dada su incapacidad han recurrido a la copia, pésima a veces, de los modelos de gobierno priistas, pero refinando la voracidad, el cinismo, y la torpeza, aparte de la ignorancia y la incapacidad para comprender al país y a la sociedad mexicana, porque en esas aulas con olor a sacristía en donde se deturpa al Presidente Benito Juárez, les enseñaron otro México, distinto al que vivimos todos, y que por ello no dan pie con bola porque pretenden actuar usando su bagage de especulaciones escolásticas, sobre algo que no existe. Por eso la derecha mexicana resultó incapaz de colaborar para construir una democracia formal estilo europeo, a la que aspiraban, porque toda la red educativa que controlan es solamente concebida como negocio en donde el lucro es la finalidad, y no la formación educativa, profesional y cultural. La Universidad, y en este caso nos referimos a una universidad pública, es decir, sostenida con el dinero de la sociedad como la U. de G., debe tener su personalidad propia, distintiva, como la tuvo en sus décadas iniciales, coincidiendo con la etapa ascencional de la Revolución Mexicana. Por tales motivos la discusión sobre este tema debe ser amplia y profunda. ¿Hacia dónde dirigir el destino de la Universidad? ¿Para qué, o para servir a quiénes?

Otro tema capital es el bachillerato, que considerado rigurosamente, constituye la espina dorsal de la enseñanza universitaria. Este nivel de estudios se ha convertido en un simple requisito para que el estudiante pueda acceder a una facultad, si es que tiene suerte o influencias para ello. Antiguamente no era así. Ser bachiller era algo que podía lucirse con orgullo, porque significaba que la Universidad había dotado al egresado del bachillerato, de un esquema cultural general, sistemáticamente transmitido, sobre el cual la persona podría construir el edificio de su cultura personal, independientemente de que cursara o no estudios superiores. Por eso, lo que en México llamamos Escuela Preparatoria, es el nivel de estudios que da el nombre genérico a la Universidad. Puede haber un conjunto de escuelas superiores, especialmente si sus carreras están relacionadas con la técnica; asimismo pueden contar con una fase preparatoria en la cual el alumno aspirante a profesionista, se vaya familiarizando con los aspectos concretos de la profesión elegida. Pero no será una universidad, porque no cuenta con el nivel educativo que proporciona al estudiante el panorama general de la cultura universal. Por ignorar todo esto, hubo un tiempo en que los estrategas educativos de la U. de G., siguiendo lineamientos generales del gobierno federal, y dado que no sabían realmente lo que era y significaba el bachillerato, decidieron crear centros vocacionales orientados hacia las ramas del conocimiento en ciencias de la salud, administrativas, técnicas y de ciencias sociales, compitiendo en la práctica con los Conalep y otros planteles de educación media, cuyo propósito ha sido siempre el de producir mano de obra técnica barata en beneficio de la llamada planta productiva del país. Incluso se llegó a la "genialidad" de crear un Centro Vocacional para el Desarrollo de la Comunidad, que no era sino un centro de enseñanza demagógica y estéril, supuestamente orientado a proporcionar elementos ideológicos motivacionales a los estudiantes de bachillerato. Pero en la mentalidad de los estrategas mencionados esto era una medida compensatoria por los pecados cometidos de suplantar al bachillerato con centros vocacionales. Por lo tanto, el llamado tronco común que se impartía en las preparatorias,
quedó liberado de dar pinceladas ideológicas a las cátedras, en función de que para eso estaba a su juicio, el Centro Vocacional Para el Desarrollo de la Comunidad. Lo peor de todo era el hecho de que, para que funcionara este Centro, se nombraba a maestros ignorantes o de pensamiento contrario a lo que debían enseñar. Ponían por ejemplo a un maestro claramente conocido como conservador o de la derecha, a impartir Materialismo Histórico, o Materialismo Dialéctico a un profesor espiritualista. Es decir, que en esas reformas educativas todo era simulación y fraude al país, a los estudiantes y a los padres de familia. Desaparecidas tales reformas por los fracasos cosechados, el bachillerato sin embargo quedó sumido en la inconsciencia, en el pantano de la nada, sin rumbo, sin sentido histórico y como simple peldaño para que los futuros simuladores de la cultura pasaran a las escuelas superiores patra aprender un oficio del cual habrían de vivir. Por eso son tan incultos los profesionistas de nuestro tiempo. Porque no recibieron las bases de lo que sería su cultura general para enriquecerla. una vez cursada una profesión para valerse de ella para vivir. Por eso es tan importante recuperar la conciencia perdida en torno a lo que es y significa el bachillerato. Otro caso es el del servicio social, el cual es visto por los aspirantes a profesionistas como un simple requisito que mal que bien se debe cumplir, para poder merecer la carta de pasante, cuando debería ser un servicio formal, remunerado por todo un año, y como parte muy seria del proceso de enseñanza-aprendizaje, de cuyos frutos la sociedad resultara beneficiada realmente y no como una simulación solamente , acreditando horas en el papel con servicios no siempre cumplidos. Otro aspecto es el de la currícula universitaria, con carreras ajenas a nuestra realidad y desarrollo material del entorno social, desperdiciando recursos en especialidades creadas sólo para simular modernidad, pero que son carreras sin mercado laboral, cursadas por hijos de ricos que no necesitan la acreditación porque jamás recurrirán a ella para sobrevivir. Y podríamos seguir mencionando ejemplos de temas que deberían ser amplia y profundamente discutidos a fin de que nuestra Alma Mater se constituya en un verdadero patrimonio social que produzca orgullo en sus egresados. ¿Cuál es el perfil del egresado ideal, para que la Universidad pueda sentirse realmente útil y formadora no solamente de profesionistas sino de verdaderos hombres y mexicanos? Los esquemas son útiles porque sintetizan planes, realidades e intenciones. He aquí el esquema inicial que nos perfila un proyecto de vida general:

"Todos alentamos deseos diversos, unos buenos y otros no tan buenos, junto con otros francamente malos, pero eso nos hace humanos. Cultivar las buenas ideas y una elevada conducta individual, superando nuestros impulsos y deseos negativos, nos hace morales. Respetar aquellos deseos y proyectos que no compartimos y esas ideas con las que no concordamos o que francamente rechazamos, nos hace civilizados. Impulsar los proyectos afines a la buena convivencia social, propiciando el surgimiento de otros más elevados, nos hace superiores. Finalmente, luchar por elevar la vida humana construyendo instrumentos sociales, económicos, políticos y culturales que transformen la vida social actual en otra superior, edificando un mundo que se rija por normas que lo hagan más armónico, más justo y más libre en todos los órdenes, en suma, más digno de ser vivido, combatiendo al mismo tiempo con energía y convicción todo aquello que lo estorbe u obstaculice, nos convierte en revolucionarios"... Las ideas de los primeros renglones de este esquema, los tomé de un diálogo cinematográfico, cuyo título de película no pude identificar. Pero su esencia queda capturada y a partir de ella desarrollé el resto del esquema.

Derivado de lo anterior, podemos diseñar un modelo, un perfil de hombre superior, quien como egresado, llevaría como bagage la dotación universitaria de las bases esenciales para su ulterior desarrollo y logro de esa alta calificación. El hombre superior existe sin duda, pero diluído en el océano de la mediocridad general, porque la universidad mexicana, privada o pública, sólo arroja a la calle egresados de sus aulas que no pasan de ser simuladores de la cultura, aunque sean eficientes en el oficio elegido como profesionales. Estas son las cualidades ideales que deberíamos impulsar y cuyas bases deberían ser impartidas por la universidad. El egresado ideal de la Universidad, debería:

1 Tener integridad, además de la obligada capacidad profesional. Tener principios y firmeza en su conducta y decisiones, personalidad respetada, confiable en lo individual
y con credibilidad social.

2 No cultivar interpretaciones peyorativas sobre credos, raza o cultura. Saber apreciar valores ajenos a los de la propia cultura,, valorando desapasionadamente logros y rasgos superiores de otros pueblos.

3 Saber interponer los valores nacionales por encima de cualquier otro interés de grupo o facción.

4 Cultivar las raíces generacionales, exaltando sus altos valores y explicando sin concesiones sus errores y debilidades.

5 Mantener y amar la causa en la que se cree y por la que se lucha.

6 Estar a la vanguardia con iniciativas y proyectos que beneficien a la comunidad.

7 Si se logra sustentar la conducta en principios, aspirar a ser Hombre, así con "H" mayúscula.

8 Amar a la humanidad y a la vida.

9 Ser patriota para defender los recursos naturales y humanos del país.

10 Venerar a nuestros mayores con la verdad y no como simple protocolo.

11 Amar a nuestra tierra, sin detrimento de nuestro espíritu universal.

12 Mantener nuestra raíces de la clase social de la que provenimos.

13 Ser socialmente útil y creativo.

14 Para ser hombre superior, tenemos que cultivar valores superiores, ideológicos y morales.

15 Tener capacidad de sacrificio en función de la causa a la que se decide servir.

16 Ser de un altruismo militante, es decir, saberse dar a los demás sin mezquindades.

17 Amar la vida hasta el grado de no dudar en sacrificarla pata conservar la de los demás.


Ojalá y que estas reflexiones le resulten útiles a todo lector interesado en estas áreas del conocimiento.

2 comentarios:

  1. La sección está muy bien, pero el color y el fondo me dificultan la lectura. Si puedes cambiar eso, te lo agradezco, Saddim.

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  2. gracias por tu comentario, con el cambio de color de fondo, el color de texto es el que hace que no contrasten entre sí.

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