martes, 2 de noviembre de 2010

¿Qué hizo bien Lula?


Ricardo Monreal Ávila


Si es cierto que los ciudadanos premian a los buenos gobiernos en las urnas, votando por sus partidos y candidatos, mientras que castigan a aquellos que los decepcionan, promoviendo la alternancia y el cambio de partido en el poder, entonces el presidente de Brasil, Lula da Silva, lleva ocho años haciendo bien las cosas, ya que primero alcanzó su reelección en 2006 y ahora logra que su partido, el Partido del Trabajo (PT), se mantenga en el gobierno y que su ex vicepresidenta, Dilma Rousseff, lo suceda en el mando presidencial.

¿Qué hizo bien Lula? Esencialmente un gobierno con cuatro coordenadas: crecimiento con empleos, movilidad social, seguridad pública y sentido de grandeza.


Después de una década de atonía y parálisis (la última del siglo pasado) en la que Brasil vivió altas tasas de desempleo, un crecimiento mediocre de 1.5 por ciento y escándalos de corrupción que le costaron la presidencia a Fernando Collor de Mello, Lula da Silva llega al poder en medio del desgaste que habían sufrido los partidos dominantes, Partido de la Renovación Nacional (PNR) y Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB).


Desde la izquierda, Lula compitió en cuatro ocasiones por la presidencia, y en cada una de ellas logró incrementar su votación hasta que, en 2002, en el último intento, obtuvo la mayoría. De origen humilde, con escolaridad básica y líder nacional de uno de los sindicatos más combativos, los mineros metalúrgicos, en cada elección debió enfrentar guerras de propaganda negra y discriminatoria que lo mismo lo acusaban de racista y machista (por pedirle a su primera pareja, una mujer de color, que abortara), o que sería “un peligro para Brasil” por su presunto radicalismo, populismo y comunismo. En 2002, una clase media golpeada por la carestía, el desempleo y la inseguridad, finalmente le daría la oportunidad de gobernar.


Ya en el poder, Lula colocaría a la política económica ortodoxa de sus antecesores un segundo piso: sin renunciar a los objetivos estabilizadores fundamentales (control de la inflación, del déficit y de la moneda), fijaría dos nuevos derroteros: crecimiento y empleo. Para garantizar esta nueva política económica colocó en el Banco Central a un economista ortodoxo, Henrique Meirelles, y en Hacienda a un economista de izquierda, ex trotskysta, Antonio Palocci. Y en efecto, durante el lulismo hubo responsabilidad fiscal, pero también crecimiento, empleo y algo fundamental, expansión de la clase media. Se estima que en ocho años más de 20 millones de brasileños dejaron la pobreza y entraron al umbral de las clases medias bajas y altas. Estos consumidores lo deben casi todo, ciertamente, pero vieron avanzar su aspiración de un mejor nivel de vida.


Otra de las acciones que hizo bien Lula fue la reconversión de Petrobras, la principal empresa pública del país. No la privatizó, la modernizó. Flexibilizó su gestión administrativa y promovió una capitalización mixta, con participación privada minoritaria y bursatilización de sus acciones, además de desarrollar tecnología para la exploración en aguas profundas. Petrobras es ahora una de las petroleras públicas más importantes del mundo.


La forma como abordó el problema de inseguridad es otra de las cosas que hizo bien. Literalmente cambió los “comandos de la muerte” encargados de “limpiar” las favelas o ciudades perdidas de delincuentes y jóvenes ninis, por brigadas de seguridad y trabajo social comunitario. Ejércitos de maestros, sicólogos, sociólogos, antropólogos sociales y, por supuesto, policías comunitarios y hasta sacerdotes entraron a rescatar estos territorios en manos de las bandas criminales. Escuelas, becas, canchas deportivas, bibliotecas e internet público gratuito ocuparon el lugar de las pandillas. La estrategia de seguridad fue integración social, no exterminio ni segregación.


Pero la estrella de su gestión fueron los programas sociales. Beca Familia, que atiende a 15 millones de hogares, es el programa de transferencia directa de renta más grande del mundo. Hambre cero, que cubre ocho millones de hogares, es el programa de alimentación y nutrición más importante de América Latina. Universidad para Todos es el programa de construcción de universidades públicas y apoyos directos a más de medio millón de estudiantes de educación media y superior más grande en la historia de Brasil, estrechamente vinculado con los empleadores y empresas privadas
.

Por último, Lula consiguió para un pueblo que ha hecho del futbol su segunda religión, la sede del Mundial en 2014 y la sede de las Olimpiadas en 2016. Para rematar, pavimentó el camino a la presidencia a la primera mujer en la historia de este país: una ex guerrillera, formada en las luchas sociales, cuyo principal compromiso de campaña fue continuar la obra de gobierno de Lula. Con esta izquierda, ¿cómo no votar por ella?
ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx

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