Política cero
El otro día me sentí más insultado cuando me gritaron priista que cuando quisieron hacerme sentir todavía peor y me dijeron americanista. Luego me puse a pensar si necesitaba terapia para superar tales traumas, seguramente provenientes de la incapacidad para superar el resentimiento social y el espejo de Tezcatlipoca. Digo, ahora que los del PRIcámbrico temprano se autodenominan incansables luchadores por las causas de la democracia, paladines del proletariado y maestros en el arte de la lucha de clases desde sus guaridas con jardines, alberquita y calefactor central, como que es tiempo de hacer tabla con la historia y creerles que esta vez es en serio. Es hora de creerle a Moreira cuando anuncia el advenimiento de una época de oro como de película de Pedro Infante, pero con Chúntaro Style. Y a Dorian Gel Peñanieto, cuando afirma oteando el horizonte, que el porvenir será maravilloso o no será. Y que cuando Carlos Salinas escribe 800 mamotretos elefantiásicos explicando que es bueno, santo y puro, debe ser más cierto que los emisarios del pasado y los enanos del tapanco.
O sea que los dinosaurios sí pueden cambiar y que sus promesas de prosperidad y de verdadero desarrollo estabilizador 2.0 no son puras habladas, que esta vez van a hacerse responsables del timón, pero también de la tormenta.
Lo malo es que cuando ya estás muy claro y hasta comienzas a hacer tus trámites para sacar tu credencial de la CTM y traes en tu cartera una foto de Echeverría, que el coco wash ha funcionado y aspiras a vivir en un mundo de caramelo, nunca falta que un miserable llega a sembrar dudas. León Serment, por ejemplo, nomás por joder le dio por dirigir y producir una película llamada Efecto tequila. Una cinta que recupera, sin anestesia, los tiempos previos al horror de diciembre, donde los mexicanos conocieron las maravillas de ese atraco financiero que les hipotecó la existencia con los usureros del mundo.
Maldita sea, la dichosa peli te lleva a rastras hacia épocas sepultadas en la narcofosa de tus recuerdos. Aquellos momentos idílicos en que todos se sentían yuppies de Luis de Llano y se sentían amos de un universo alterno donde se gozaba de los 15 minutos de fama y fortuna prometidos por Andy Warhol.
Un monumento a la avaricia, el pecado favorito del capitalismo salvaje, que se puso más salvaje que nunca, y del Estado transformado en ogro nada filantrópico y anatocista.
Ahora, Efecto tequila no sólo tiene que enfrentarse por un lugar en las salas a Kung fu panda y a X-Men, sino también a Cinemex que, así nomás con su lógica de cacique de las salas de exhibición, va cancelándole espacios. Ya no queda claro si por negocio o por censura.
www.twitter.com/jairocalixto
O sea que los dinosaurios sí pueden cambiar y que sus promesas de prosperidad y de verdadero desarrollo estabilizador 2.0 no son puras habladas, que esta vez van a hacerse responsables del timón, pero también de la tormenta.
Lo malo es que cuando ya estás muy claro y hasta comienzas a hacer tus trámites para sacar tu credencial de la CTM y traes en tu cartera una foto de Echeverría, que el coco wash ha funcionado y aspiras a vivir en un mundo de caramelo, nunca falta que un miserable llega a sembrar dudas. León Serment, por ejemplo, nomás por joder le dio por dirigir y producir una película llamada Efecto tequila. Una cinta que recupera, sin anestesia, los tiempos previos al horror de diciembre, donde los mexicanos conocieron las maravillas de ese atraco financiero que les hipotecó la existencia con los usureros del mundo.
Maldita sea, la dichosa peli te lleva a rastras hacia épocas sepultadas en la narcofosa de tus recuerdos. Aquellos momentos idílicos en que todos se sentían yuppies de Luis de Llano y se sentían amos de un universo alterno donde se gozaba de los 15 minutos de fama y fortuna prometidos por Andy Warhol.
Un monumento a la avaricia, el pecado favorito del capitalismo salvaje, que se puso más salvaje que nunca, y del Estado transformado en ogro nada filantrópico y anatocista.
Ahora, Efecto tequila no sólo tiene que enfrentarse por un lugar en las salas a Kung fu panda y a X-Men, sino también a Cinemex que, así nomás con su lógica de cacique de las salas de exhibición, va cancelándole espacios. Ya no queda claro si por negocio o por censura.
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