viernes, 14 de octubre de 2011

¡Kahwagi, amigo, el pueblo está contigo!


Jairo Calixto Albarrán


Cuando Jorge Kahwagi, en su papel de egregia figura pugilística del partido Nueva Alianza, apareció en San Lázaro después de meses de devengar su salario por correo electrónico, todos al unísono dijeron: “¡Ya llegó el que andaba ausente, se le concedió volver!”. Sabían que venía a lo que venía en calidad de arma secreta del PRI para asegurarse de exterminar la intentona reeleccionista del PAN y el PRD. Su voto era decisivo. Pero el muchacho chicho de la película gacha tenía una doble responsabilidad: coligarse con el tricolor, que estaba muy maderista por su defensa dudosa, grosera y sospechosista del sufragio efectivo, no reelección, y la otra tener el mejor argumento en ese sentido: su propia presencia creda
—ese extraño territorio del exceso donde no se está ni lo suficientemente crudo, ni lo necesariamente pedo—, desaliñada, balbuceante y extraviada. Todo estaba arreglado. Su discurso fue por supuesto producto de sus clases de actuación en el Big Brother; así que los gestos de asco de Matrix Paredes no eran verdaderos, estaban coreografiados.
Digo, un nini de altísimos ingresos de la calidad moral de don George, que ha demostrado con vigor que es tan buen político como boxeador, sólo se prestó al performance debido a que se trataba de una buena causa. Ni modo de arrancarle a la nomenklatura priista su derecho a seguir padroteando a las fuerzas vivas. Y todo estaba planeado nada más para ver qué gestos hacían Encinas y Corral que, ante los desfiguros del Kawa, we, parecían los de Provida en una boda gay.



Fue tan portentosa la ejecución histriónica del empresario en su papel de un diputeibol decadente y autodestructivo puesto al servicio del PRIcámbrico temprano, que opacó al lic. Reginaldo Rivera de la Torre, quien propusiera en su juicio que los representantes populares pudieran portar armas de fuego y contar con la protección de guaruras para no ser menos que Hank Rohn. O sea, si no pueden manejar una minuta, ¿cómo diantres van a manejar unas AK-47 como las que supongo espera disponer el diputado priista —de dónde más— para que no lo agarren los cherifes al estilo americano?
Por supuesto era otro ejemplo para reforzar a los del Revolucionario Institucional en su lucha contra la reelección.
Dadas las circunstancias y a su capacidad para el show business, es muy probable que a Kahwagi lo inviten al espectáculo del conocido comediante El Fufito en Monterrey, quien ya le pidió lo propio al alcalde Larrazabal para la obra Para quesos los de Oaxaca, pues ya pasó por la telenovela Hasta que el dinero (o el casino Royale) nos separe.
Ya ultimadamente, el papaloy del Kawa puede alegar como Los Ramones que “somebody put something in my drink”.

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