jueves, 13 de octubre de 2011

De película de miedo: War against terror

Héctor Palacio
@NietzscheAristo
2011-10-13
Ni siquiera el desbocado Vicente Fox aceptó, luego de la caída de las torres gemelas de Nueva York, la invitación del junior Bush para incorporar a México a su invención, la infausta guerra contra el terror. No porque no quisiera, sino por la inercia del peso del noble historial de la política exterior mexicana tras los principios de no intervención, resolución pacífica de las
controversias y respeto a la soberanía de las naciones. El poeta, educador y diplomático Jaime Torres Bodet, como secretario de Relaciones Exteriores, se opuso terminantemente, durante la gestación de la Organización de Estados Americanos en 1948, a que se incluyeran en la Carta y el Pacto de Bogotá las cláusulas que podrían haber involucrado a la nación en las guerras del imperio. Se eliminaron y se mantuvo así la relativa autonomía del país frente a Estados Unidos. Una extensión de dicha postura, ya el rabo, evitó enviar soldados a Iraq y Afganistán.

Felipe Calderón ha terminado por sepultar la relativa independencia de la política exterior mexicana. En búsqueda de legitimación y apoyo a su régimen irregular, secundó y asimiló la política y el lenguaje de conflagración de los Estados Unidos (y aun ha jugado con la idea de enviar militares mexicanos a las guerras de ese país). Así, ha desplegado su guerra contra el narcotráfico que tantos estragos ha infligido a los mexicanos; ha permitido la participación de la DEA, la “inteligencia” y mandos militares estadounidenses en territorio nacional; ha violentado las leyes mexicanas en relación a la extradición a Estados Unidos de presuntos criminales; se ha, en fin, puesto en consonancia, al servicio, de lo que se dicte desde el norte. Y esto, a cambio de muy poco para el interés nacional. De otra manera, el dinero de la Iniciativa Mérida, por ejemplo, debiera tener mejor destino: educación, empleo y productividad.

No hace mucho, Calderón se desdijo de haber declarado una guerra. Los registros periodísticos le desmintieron. Luego, él mismo dio un paso adelante al llamar “acto de terrorismo” a la tragedia del casino en Monterrey. En columna anterior se dijo aquí que, desdibujando la naturaleza del fenómeno del crimen organizado y el terrorismo, se alcanzaba allí al fin la coordenada perfecta con el Pentágono: Guerra y Terror. De este punto a la intervención directa, poco espacio, tal vez poco tiempo, de continuar en esa línea.

En el proceso gradual de la pérdida de soberanía, el precandidato republicano Rick Perry  ha amenazado con enviar tropas a México sin que ningún comunicado oficial señale un rechazo radical a semejante discurso injurioso. Distintas voces ultraconservadoras de su país lo ven con buenos ojos, pues consideran a México como una amenaza contra su seguridad nacional. “Demócratas” como Hillary Clinton, Janet Napolitano y el mismo Barack Obama, confirman con palabras y acciones su pretensión de dirigir su política antiterrorista, una vez perdidas las batallas árabes, hacia México; es decir, son una misma cosa con los republicanos.

Ahora, al parecer, una comedia se ha prestado para reforzar la atmósfera, la sensación de necesidad de una intervención eventual en México. La del complot terrorista iraní-mexicano para asesinar al embajador de Arabia Saudita en E.U. y posiblemente al de Israel, y para realizar otros atentados. El periodista Glenn Greenwald ha desenmascarado detalladamente la presunción del “very scary” complot terrorista, restando credibilidad a la farsa del montaje y señalando la exaltación exagerada de una presunción que no se sostiene en sus detalles: http://politics.salon.com/2011/10/12/the_very_scary_iranian_terror_plot/ .

Afortunadamente, la heroica inteligencia estadounidense con la cooperación de la contrita mexicana, detuvo la posibilidad y salvó a los Estados Unidos de un nuevo ataque de los malos. Esta película poco convincente, al estilo García-Luna-Productions, como constantemente ironiza Julio Hernández en su columna Astillero, ya la hemos visto. Se trata de puestas en escena para justificar futuras acciones o bien decisiones retroactivas ocultas. En este caso, la posible intervención directa de Estados Unidos en México para supuestamente combatir los cárteles de la droga que representan una amenaza para su seguridad. ¿Por qué no comienzan por detener la venta de armas?

Por lo pronto, el Departamento de Estado ha lanzado una alerta mundial de terrorismo que se prolongará hasta el once de enero de 2012 (¿y qué pasará después de esa fecha?).  Por su parte, la mayoría republicana del Congreso estadounidense han pedido al gobierno mexicano “reevaluar” sus relaciones con Irán. La administración panista, ni pío dice.

Preocupa que conforme se acerquen las elecciones de 2012 se procure crear una atmósfera de paranoia que arroje beneficios para el régimen. Preocupa aún más, que el gobierno panista haya entregado la soberanía nacional a cambio del sueño de la legitimidad. Sueño nada inocuo, pues las consecuencias pueden llegar a ser demasiado costosas para el país ya de por sí militarizado y dependiente, mucho más de lo que ya paga con creces en el present

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