miércoles, 7 de diciembre de 2011

Es muy de proles sobaquear libros


Jairo Calixto Albarrán

Pero en estos días es muy justo y necesario.
El viejo y olvidado deporte de sobaquear libros está de regreso. Después de años de olvido ante lo poco nice que resultaba mostrarse portando ostentosamente bajo la axila un libro de moda,
de novedad, y gracias a la demostración de poca agricultura del Peña Nieto, lo más trendy en los políticos y sus rémoras es salir de la casa de campaña exhibiendo en la llamada zona donde chilla la ardilla, ostentosos volúmenes librescos para no pasar por analfabetas funcionales y ser sometidos al linchamiento y el escarnio.
Lo que antes era muy de proles —que es el nuevo “pinches asalariados de mierda”— ahora es prácticamente obligatorio entre ciertos sectores con aspiraciones electorales, exhibir públicamente que leen algo más que Tv notas, El libro vaquero y Quién.
Pasado el melodrama literario del Dorian Gel y Mr. Bean Cordero, todos tienen que acompañar su outfit y adornar su look con un buen mamotreto resguardado en los sobacos a la manera de un escudo protector que ahuyente a los inquisidores.
Claro, en estos tiempos el único político que le teme más a las auditorías que a los libros es Humberto Moreira, sobre todo por lo que declaró el auditor superior de la Federación, el señor Portal, en el sentido que es ilógico imaginar que un gobernador no supiera de un adeudo de 35 mil millones de pesos como el que ahora pesa hasta sobre el futuro de los choznos de la gente de Coahuila. O sea, es tan inverosímil que el gobierno mexicano no supiera de la operación Rápido y furioso y de los lavados de dinero que organiza la DEA por supuestos motivos de investigación, como absurdo es que el rey del chúntaro style, que se siente una chucha cuerera y que para todo tiene respuesta con albur, no hubiera sentido el sucio tufo de esos millones podridos.
Está peor que las autoridades locales y federales encargadas de investigar el atentado al casino Royale que así, entre guasa y risa, prácticamente alegaron que los casinos son segurísimos (sí, a pesar de que las víctimas y los testigos alegaron que las salidas de emergencia estaban pintadas como en las caricaturas del Correcaminos), tanto que todo indica que como el caso Paulette los culpables son el conocido cártel de la cama, las sábanas y el malvado edredón.
Pero de regreso al renovado arte de sobaquear libros, pienso que incluso se le podría encontrar una ventaja adicional a todo esto: si se utilizan el portentoso tumbaburros de mil 300 páginas de JJ Benítez, el Caballo de Troya 9 o el Diablo guardián, del admirado Xavier Velasco, de al menos 6 centímetros de grueso, blindado de verbos irregulares pero conjugados con fervor pluscuanperfecto, funcionarían hasta como chaleco antibalas.

www.twitter.com/jairocalixto

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