jueves, 12 de enero de 2012

Los viajes “pastorales”

Los viajes “pastorales” de los Papas no solo tienen un trasfondo político, como por todos es sabido.  Y baste recordar que la debacle de nuestro México comenzó (o coincidió, según se prefiera) con las visitas de quien a ultranza protegió al degenerado de Marcial Maciel; oscuro personaje que fue capaz de violar hasta sus propios hijos, lo que ya es el colmo del deprave y del desenfreno.

Sin soslayar que quien hoy lo sucede como Pontífice, o sea, Benedicto XVI, también fue cómplice de las aberraciones del Fundador de Los Legionarios de Cristo; y estuvo presente cuando Juan Pablo II lo llamó “ejemplo para las juventudes”.
Pero haciendo a un lado el aspecto político de su visita, lo que no se puede negar, también sus viajes revisten un grosero interés económico.  Porque si Ricky Martín (para hablar de sus iguales) cobra por sus “presentaciones”, quien se asienta en el Vaticano hace lo mismo; solo que cobra mucho más.
Pero si su viaje a México le va a dejar muchísimo dinero; ¿por qué en lugar de ir a Cuba no se dirige a Haití; y lo que aquí recabe por andar echando bendiciones (que para nada sirven) se los lleva a quienes verdaderamente lo necesitan?
O de perdida que ponga a subasta el ridículo, pero extraordinariamente caro cucurucho que lleva sobre la cabeza; y lo que logre juntar por la puja lo entregue para que las mujeres haitianas no tengan que vender su cuerpo por comida, ¡o por agua!
O para que no tengan que entregar a sus hijas, hasta de dos años, para que pederastas iguales a él, sacien sus pervertidos instintos.  Pues quien salvaguarda de la Justicia a un pederasta, es porque debe de ser igual de degenerado; ya que nadie en su sano juicio lo protegería.  El defender a un violador de menores es una verdadera infamia que merece algo más que la cárcel.
Pero no.  El tipo, Joseph Ratzinger, jorobado y revestido de oro (cabiendo comentar que Pitágoras decía que la gente se joroba por las penas que va cargando) anda más preocupado por hacer política, que por dignificar su decadente ministerio.
Que aunque sea de mentiritas, debiera de hacer algo de caridad, cuando menos para “taparle el ojo al macho” y no verse tan asquerosamente mundano.

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