Imagen Agregada por Atotovive
Javier Sicilia o la muerte de la poesía.
Javier Sicilia abandona la poesía porque después de la muerte de su hijo al que le ha sido amputado bajo las atrocidades de la impunidad, la narcoguerra y la muerte, que ahora tiene más permiso que nunca, según sus propias palabras, el mundo no es digno de llamarse así. Y ante la abulia y el absoluto extravío del sentido de justicia por parte de una burocracia desgobernada de la seguridad, el poeta ya no exige a las autoridades que cumplan con sus obligaciones más que para llenar los requisitos que, de antemano, sabe que hace mucho que las han olvidado. El poeta hace un llamado al crimen organizado para que recupere sus códigos y protocolos, porque sus sicarios “ni siquiera matan con dignidad”.La narcoguerra ha convertido en bestias a quienes deberían ser profesionales. Ya no sólo asesinan a quienes les disputan clientela y territorios, o a aquellos que le cierran el paso a su negocio de canallas, sino a quienes les estorban en el camino, a los que pasan a su lado, a los que están en el lugar equivocado en el momento equivocado. Y lo hacen porque pueden hacerlo y no hay ley ni organización, ni policías ni militares que lo impidan.
Es más fácil dejar que la gente muera, aunque sea brutalmente, que investigar, profundizar, deslindar, cotejar, encontrar a los culpables, llevarlos a juicio, aportar las pruebas, condenarlos, encerrarlos y asegurarse de que cumplan su condena.
Está de moda presumir a los presuntos implicados, exhibir a los malos de Malolandia, hacerse cargo de los dudosos éxitos de las corporaciones, salir a la palestra y hablar de patriotismo, defensa de valores, ciudadanía todo conforme a derecho; pero nadie se hace cargo de los muertos, del destino incierto de sus familias, ni se hacen responsables de confortarlas con una palabra que brinca alegremente en el discurso de funcionarios y políticos, pero que en la realidad se vuelve demagogia: justicia.
Cuando puedes asesinar, torturar, masacrar, mancillar impunemente se te hace vicio. Esto comenzó en Ciudad Juárez con sus miríadas de muertas que fueron menospreciadas por las procuradurías (¿verdad, Chávez Chávez?) y se ha extendido por todo el territorio nacional como una gangrena ambiciosa, allí donde se ha repetido la misma fórmula ojeta y valemadrista, donde no queda rastro de humanidad.
Y el gobierno se conforma con contar muertos con el mismo desdén con el que asume pasivos en la Secretaría de Hacienda.
El poeta se ha exiliado del territorio de la palabra para salir a las calles y exigirle “¡a esos hijos de la chingada que ya le paren!”.
La poesía puede esperar... los hijos de la chingada, no.
jairo.calixto@milenio.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario que sera publicado automaticamente; si este,no fue publicado por favor notificalo a nuestro correo electronico sadimyer@gmail.com